Blanca como la nieve; es lo que podrían decir de una alcalinización de la hoja de coca (cocaína) “cocinada” por Walter White (el profesor de química metido a narco en la serie Breaking Bad), pero también es el título de uno de los cuentos más conocidos de los hermanos Grimm (Schneewittchen es su título original en alemán).

Los cuentos populares han facilitado la transmisión de hábitos y conductas en las culturas orales. En la plaza de los pueblos se hacía corrillo en torno al cuentacuentos, que dentro de su entretenido relato infiltraba una educación moral útil para la época. Estos cuentos no suelen tener final feliz, pues advierten de las malas consecuencias.

Como han cambiado los cuentacuentos…, ahora a algunos los llaman marketinianos, publicistas, creativos…

En un ejercicio de historia virtual me pregunto si los hermanos Jacob y Wilheim Grimm podrían ser actualmente publicistas.

Los primeros cuentos de los Grimm no eran para niños, aunque más tarde los dulcificaron para ampliar su target, pues el público burgués no quería escuchar historias trágicas donde se hacía patente el severo castigo de la civilización a conductas ilícitas. Y desde esas adaptaciones hasta las idealizadas versiones de Walt Disney. A modo de ejemplo, decir que en el cuento original de Blancanieves la madrastra le pide al cazador que traiga los pulmones y el corazón de la prófuga para comérselos, en un acto ritual antropofágico que se ha repetido en algunos pueblos primitivos; pues la madrastra pretende asumir la belleza de la joven con ese rito donde la víscera adquiere las capacidades o cualidades de la víctima. En esta versión la bruja es finalmente condenada a bailar con unas zapatillas de hierro ardiente hasta caer muerta. Parece un relato gore, pero hace alusión a castigos medievales centroeuropeos.

Estos cuentos moralizantes advertían del peligro de las falsas apariencias. Una dulce manzana, o una casita de chocolate, no son lo que parecen.

Dicho esto, la Grimm Creative Agency (ficticia agencia creativa de los Grimm), no podría hacer anuncios sobre hipotecas, por ejemplo. El anuncio de una hipoteca es como Hansel y Gretel, pero sin bruja, sólo con casita de chocolate. Estos anuncios nacen del marketing experiencial, venden experiencias más que producto, dulcificando el asunto. Realmente nadie quiere una hipoteca, la necesita para comprar una casa, así que la hipoteca es el instrumento para alcanzar la emancipación, la vida familiar, y eso se vincula a emociones como la libertad o la felicidad. Y eso es lo que hay que vender en los anuncios de hipotecas, y no la bruja que vive dentro, que son las cuotas, las cláusulas y demás letras micro pequeñas. Publicidad en positivo con caras sonrientes donde abunda el eufemismo y las palabras tabú, no se puede hablar de intereses, las hipotecas son “abiertas” (como algo positivo) y se conceden “hasta 40 años”, dicho con énfasis como quien dice: “-tienes 40 años, tranquilo”…

No son tiempos para moralizar, son tiempos para convencer y vender.

Foto: “Manzana envenenada”.  Escultura de La Colaboradora. Autor: Antonio Charles.

Antonio Charles

El tercer Antonio Charles de la historia, pues comparto nombre con mi padre y con mi abuelo. Licenciado en Historia por la Universidad de Zaragoza, me gustan la Prehistoria, la antropología y la hominización. Vídeo aficionado y autor de dos cortometrajes documentales y co-autor de un largometraje documental, Zaragozanos. Técnico sociocultural del Ayuntamiento de Zaragoza, comunicando en Zaragoza Activa.

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