En el bienio 2010-11, el reducido grupo de trabajo de la candidatura de Zaragoza a la capitalidad cultural europea cimentó parte del actual discurso oficialista sobre la cultura local, partiendo de un primer proceso de participación hecho con vistas a la capitalidad pero no únicamente, sino que se buscó establecer una nueva prédica sobre la cual se esperaba pivotaran la políticas culturales de nuestra ciudad en años sucesivos, así hasta hoy.

Los allí presentes dábamos a la ciudad por equipada tras la Expo, y  la candidatura venía a trabajar en positivo sobre todo lo que ya teníamos, que era mucho. Una premisa básica era que el ayuntamiento (y también la DGA, la DPZ y el Gobierno Central) debe representar la propiedad del equipamiento público, y ser además el garante de que se use para lo que se decidió que debiera emplearse. Pero la gestión, programación, aprovechamiento y dirección del mismo recaería sobre los colectivos para quienes fuese orientado: danza, diseño, makers, escultura, diseño, teatro, y un largo etcétera de gremios y disciplinas. Tal reparto debería poder hacerse, aunque sobre aclarar este aspecto por asumido, en base tanto a una lógica legal y administrativa como a la prosa presupuestaria. Todo aquello argamasábase bajo el lema “Utopía Europa” (fig. 1). Pero, ¿quién cabe realmente en ese planteamiento?.


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Fig. 1. Grafo en la Dzielnica Czterech ?wi?ty?, barrio muy inspirador para gurús inmobiliarios en la ciudad polaca de Breslavia, capital europea de la cultura en el 2016.

Hoy, de los equipamientos culturales en Zaragoza gestionados por los colectivos solo La Harinera de San José funciona bajo esos parámetros (en modo beta), y el resto va desde lo cercano a conseguir ese grado de autonomía como a lo totalmente ordenancista, dominante y metódicamente abusivo con el arte y la cultura. A sumar a esta situación, la lista de potenciales espacios culturales que permanecen cerrados es larga, por lo que haría falta volver a aquella primera reflexión del 2010: Tenemos lo que necesitamos, pero no lo usamos para lo que lo querríamos. Además, cabe sumar el chinchamiento inter- e intra-institucional, actividad a la que nuestros gestores públicos se entregan con esmero y retórica. Tal disputa -por lo general de un engreimiento y superficialidad rayano a la tortura intelectual- redunda en que el uno por el otro la casa se quede sin barrer, y a ti te encontré en la calle, y muy probablemente, ahí te quedes.


¿Puede un equipamiento generar los ingresos suficientes como para poder reinvertirlos en aspectos como la producción y la difusión de arte, ya señalados como vitales en el proyecto Rocketz del MIE? La respuesta es que depende, claro, aunque generalmente sea una mala idea: Una regla elemental de la sostenibilidad es que apostar todas las fichas a la misma casilla resulta casi peor que dejar el equipamiento cerrado a cal y canto. Por tanto lo sensato es que, toda vez se hayan analizado las necesidades de los colectivos y dimensionado una estrategia de la administración y agentes culturales donde todxs quepamos, la táctica fuese que:

a) se empleen aquellos espacios para la producción artística según parámetros individualizados, orientados a la profesionalización del artista de cara a que pueda mirar a circuitos culturales de mayor envergadura que el local.

b) exista el compromiso de incidir en el poso intelectual, de modo que el trabajo que se realice quede plasmado tanto para su uso académico como profesional, puesto que la gasolina de la cultura es y será la reflexión, la circulación de ideas, el debate orientado a la evaluación constante de lo que se realice.

c) se combinen estos aspectos con una adecuada política de difusión y acción exterior, tradicionalmente reservada a los gobiernos estatales y/o autonómicos, pero que se sirven del trabajo realizado a nivel local y con el apoyo de administraciones menores, y eso también debería cambiar.

Seguro que si nos ponemos de acuerdo aquí caben unas cuantas ideas realizables. Seguro.
Motivo de tiranteces institucionales, el pabellón puente contempla el estiaje.

Que nadie desde el sector público se llame a engaño ni piense que este autor escribe con saña. Lxs artistas YA SOMOS lxs principales mecenas de nosotrxs mismxs merced a nuestra actividad y aportaciones económicas. Por tanto, en esta utopía deberíamos caber en régimen de equidad, lo que equivale a procurar ver lo que cada parte puede hacer y sumar, sumar porque de lo contrario alguien se quedará fuera de la utopía, y lo que cada vez tengo menos claro es si seremos los colectivos artísticos o los privilegiados que intentan evitar toda costa que el modelo cambie. Tengo una noticia: ya ha cambiando.

(seguirá)

javiergalan

Zaragoza 1977, Comisario, productor y artista. Javier Galán es licenciado en BBAA por la UCLM y MSc en Artes Digitales por la UPF. Docente en el Dep. de Filosofía de la Universidad de Zaragoza y miembro del grupo de investigación OAAEP. Papá de Stefania y Carmen.

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