1964 fue un año interesante para la visión anglosajona del mundo. Aquel año, se anunciaba la construcción de las Torres Gemelas, y los Beetles sacaban su álbum de estudio “A Hard Day’s Night”. Por esos días, Radio Caroline comenzaba su emisión pirata desde aguas internacionales y la peli “Desde Rusia con Amor” caramelizaba la guerra fría a una sociedad atraída, cada vez más, por la pequeña pantalla.
Europa había visto cómo la IIGM barría su hegemonía cultural. Al primer empuje de los artistas europeos que habían respondido al movimiento abstracto americano de los Greenberg, Guggenheim y Pollock, se sumó la contracultura. En el viejo continente veían cómo los vencedores de la guerra se montaban su propia película y eso les daba ansiedad.
Aquí ganaba la contracorriente, aunque con los años resultara corriente. Poco tardarían en divinizarse y cogerle gusto al sofá. Se vea como se quiera, el mayo francés fue un levantamiento de aquellas nuevas generaciones que redundaría en un aperturismo a nuevas ideas y formas.
Por aquellos tiempos, los procesos industrializados de comunicación y producción previstos por Vannevar Bush o Walter Benjamin funcionaban a pleno rendimiento impactando de lleno en al arte y la cultura. Y en esas andábamos cuando uno de los pensadores más importantes del siglo pasado se descolgó con la publicación más citada en tertulias y sesiones de pavoneo gilicultural. El libro “Understanding Media: The Extensions of Man” de Marschall McLuhan, una obra que para qué te quieres incomodar, realizaba una nítida exploración de aquel momento.
“Annie Hall” (W. Allen, 1977) en la que interviene McLuhan as himself, criticando las críticas a sus críticas por parte de un profesor de “Medios Televisivos y Cultura” de la Universidad de Columbia.
En aquel libro, McLuhan quiso hacer entender a las claras una cosa: Y es que si no comprendes cómo es la manera en que se transmiten los mensajes y cómo va a impactar en ti mismo, estás perdido. Conócete a ti mismo, y ya de paso, empieza conociendo cómo recibes todo lo demás. Ya sé que tienes muy claro que sabes muy bien todo esto. Por eso seguro que estarás de acuerdo conmigo en lo que sigue.
Los electrones libres entran al casino.
No saco a pasear a McLuhan aquí por gusto. Su visión fue esclarecedora dado que abría el campo de su análisis a una perpectiva global. Las aglomeraciones urbanas se destaparon por ser un gran medio para mensajes de todo tipo, siendo las grandes empresas y lo político quienes lo controlaría el 99’9% de los mismos. Te hablo de las ciudades media, de un tapiz con pocos dueños, por lo que aquí te lanzo la primera idea: Bueno, si esos pocos dueños pueden controlar el medio, se impone el democratizar ese mismo medio por pura coherencia.
Podrán decir que “puedes sacar tu bandera al balcón” o “colgar una sábana con tus reclamaciones”, porque este un país libre. También puedo colgar un cubrecamas en punto de cruz explicando los 90 mil millones de euros al año que nos ha venido costando tener a una colla de cutos dirigiendo el sector urbanístico privado y público, pero no se trata de eso. Hablo de hablarnos en pie de igualdad. Si el poder emplea las fachadas de nuestras calles como medio, usemos entonces las calles como medio, venía a decir en el párrafo anterior. Entremos a jugar.
(a continuación te dejo un extracto del artículo “Gigantografía y arte público como contrapoder” publicado junto a Anna Biedermann en el libro del “Congreso Internacional Arte, patrimonio y tecnología en la era digital”, celebrado en Zaragoza el año 2018)
La chica Lavazza.
En el año 2002, la firma italiana de café “Lavazza” lanzó una campaña publicitaria basada en una serie de fotografías realizadas por David Lachapelle, quien recibiría los epítetos de “rey del arte popcontemporáneo” o “Fellini de la fotografía” por parte de la propia compañía Lavazza.
Una de esas fotografías, correspondiente a los meses de enero-febrero del calendario que la firma italiana compuso con el trabajo de Lachapelle, mostraba una mujer desnuda y revestida únicamente con pegatinas del logotipo de la empresa junto a tazas de café y labios femeninos. Por todo complemento, la mujer de la fotografía tenía unas gafas blancas cuadrangulares de sol y unos zapatos de tacón también blancos, encintados a lo largo de sus pantorrillas.
Esa exhuberante fotografía de calendario fue empleada a su vez para componer todo tipo de formatos publicitarios y junto al eslógan de “¡Exprésate!” fue la base para la gigantografía en forma de lona gigante que se dispuso en uno de los edificios de la plaza berlinesa de Alexanderplatz aquel mismo año.
Siendo las 5:37 de la mañana del 2 de abril de 2002, el artista parisino Zevs se encaramó por los andamios que sustentaban la gigantografía de la “chica Lavazza” sobre aquella fachada, alcanzando a recortar la línea de contorno de la modelo, de unos diez metros de alto. Zevs dejó escrita una nota con espray rojo: “Secuestro visual. Paga ahora” (Visual kidnapping. Pay now)5. Más tarde, el artista exigiría por su liberación un rescate de 500.000 euros.
Fig1. “Armado con mi escalpelo, trepé a la fachada del hotel donde se encontraba el cartel de Lavazza. Una
hora y media más tarde, la rehén estaba en mi poder y salía de la escena, dejando en el espacio
publicitario vacío este mensaje: VISUAL KIDNAPPING – ¡PAGA AHORA!” Zevs (Artista urbano) . La imagen
corresponde a la figura de la chica Lavazza espuesta en el Castillo de Vincennes (Francia).
Para dejar claro que no se trataba de una “contracampaña” ni de una broma, quiso coaccionar a la empresa, cortando uno de los dedos de la figura, y lo envió por correo a la sede de Lavazza en Turín. Antes de que la Polizei pudiera atraparlo, escapó a Suecia. Más tarde, y como no lograba el dinero, se dedicó por un tiempo a pasear a la “Chica Lavazza” por todo tipo de centros culturales, museos y demás salas expositivas. hasta que la compañía se avino a “recuperar a la chica” en 2005, tras pagar algún tipo de fee simbólico al último centro que la hospedaba, el Palais de Tokyo en París.
Zevs nunca dejó de jugar fuerte con Lavazza, llegando en el año 2004 a proponer a la Nueva Sociedad Berlinesa de las Artes Visuales (Neue Gesellschaft für Bildende Kunst) una votación para decidir si la “chica Lavazza” que obraba en su poder debía ser ejecutada o no.
(fin de la referencia al artículo)
Esta fue una de las últimas acciones contraculturales herederas de los 60’s en Europa. El artista atacó sin remordimiento alguno a un símbolo que lo tenía todo: innecesariamente cosificante, gigantográfico, hipersexual. El Fellini de la fotografía lo había bordado.
¿Quién quiere seguir la estela destructiva de la contracultura? En ocasiones es bueno. Pero en otras, cuando es tan evidente que la democratización de los medios urbanos es necesaria y encima muy fácil de ejecutar… ¿por qué no ofrecer a los barrios y distritos la toma en consideración de sus calles como lienzo artístico y lugar de participación?
Seré más preciso:
1.- Si la calles pertenecen a la ciudadanía, ¿por qué no democratizar directamente sus usos? En una ciudad mediatizada, por lo general solo somos piezas de caza comercial o política.
2.- Si la cultura en la calle se decide en un despacho, ¿es eso cultura? Si los contenidos de nuestras calles se deciden pensando en la ganancia, ¿qué ganamos las personas?.
3.- La ciudad debe abandonar la vía unidireccional y permitir el diálogo y la toma de decisiones sobre lo que queremos transmitirnos como sociedad.
Por todo esto, Electro Kalinka es una propuesta de democratización de medios de comunicación y culturales de gran formato, donde los usuarios pueden aprender técnicas artísticas a priori complicadas, desarrollando sus propios contenidos en base a sus propios intereses, preocupaciones y objetivos. Se basa en la lógica del usuario y los futuros usos de esta técnica se alejen del mainstream y los formatos culturales iniciados desde despachos normalmente inconexos con la realidad cultural de la calle.
Para ello, en el proyecto se ha testado la funcionalidad de una serie de hasta seis talleres gratuitos donde cualquier persona (sin barreras de edad, procedencia, dominio de la técnica, etc.) pudieran aprender parte o la totalidad de la técnica e invitándoles a participar de una manera u otra en un videomapeado colaborativo donde exponer en su propio barrio sus vivencias, proyectos u ocurrencias.
Además, Electro Kalinka apuesta por el talento local, e impulsa la muestra de trabajos de artistas de Zaragoza con la firme intención de promocionarlos, dando cabida a que a través de futuros festivales de las luces, dentro de un ambiente de buen humor y familiaridad, sirvamos de base para su sostenibilidad dentro del mundo del arte y la cultura.
Este es el retorno social de Electro Kalinka, devolver la ciudad mediatizada a quienes la habitan para que, conociendo los rudimentos de la técnica tengan una puerta abierta a la expresión social a través de un festival de las luces de Zaragoza basado en la gente. Una propuesta de abajo a arriba que, además, quiere enseñar al mundo el talento que se cría y desarrolla aquí, proponiendo el uso de recursos que ya existen. A un coste asequible y un aprovechamiento muy alto.