No es necesario recordar que son urgentes las nuevas institucionalidades. El ámbito de lo llamado público no puede ser el único que asuma ni acoja las competencias para la gestión de la ciudad. La multiplicidad que confluye en un espacio ciudadano, más si cabe como el que acoge el centro Las Armas, es suficiente para comprender que es necesario generar modelos de gestión mucho más cercanos a la de confluencia de sensibilidades que al de las certezas oficiales.

Es como si a lo largo de las últimas décadas se hubiese ido reproduciendo desde las instituciones públicas un modelo que ha reforzado la tendencia al consumo absoluto como característica de la posmodernidad. Un modelo de mercado. Los efectos no han sido los deseados, ni siquiera se ha logrado una estructura de desarrollo continuado. No podía ser posible. La acción institucional comercializada no ha generado una ciudadanía comprometida como se esperaba allá por las décadas de los 80/90 del siglo pasado. Quizá haya surgido una ciudadanía proclive a los nichos de mercado que, además, hoy por hoy se encuentran muchos de ellos vacíos.

Por una parte el tamaño acostumbrado, no solo de los edificios sino de los proyectos, y por otra la reinterpretación de lo común llaman a un necesario reencuentro de los protagonistas de la organización social. Las estructuras sólidas que parecían construirse no lo eran tanto, eso se sospechaba, y el armazón social, el tejido también se decía hace tiempo, no contaba con la hilatura adecuada.

Aún así, todavía no es habitual que desde las instituciones públicas se pongan en marcha procesos de pequeño formato. Por eso mismo, desde LasArmas72, en lugar de hablar, vamos a sugerir, recuperar la poética de lo mínimo, de lo que va construyendo poco a poco desde lo común.

Queremos construir el relato desde otras sensibilidades, atacar la realidad provocando situaciones, dejando finales abiertos. Relatos que no descansen sobre la magnitud sino sobre el placer de lo que sucede sin aspavientos.
Lo tangencial, lo oblicuo. Generar un discurso en torno a los espacios mínimos que son el máximo exponente de una organización transware.

En definitiva vamos a pensar en común, vamos a desarrollar en común Las Armas no como un espacio para habitar sino como un espacio para la deriva, para la búsqueda, para el pensamiento crítico y las propuestas de futuro para la relación entre la economía creativa y la ciudad, la ciudadanía.

Un espacio para, la investigación, la experimentación, la formación y la promoción de espacios para los comunes, para los futuros. Un pequeño espacio-red dedicado a lo micro y a lo local con vocación expansiva. Un entorno para el aprendizaje colectivo. Un lugar para ser okupado por inteligencias creativas y que se sostiene bajo estos cuatro criterios

1. El cerebro no sólo alcanza abstracciones y desarrolla conceptos sino que pone en marcha lo necesario para mover los músculos, para recibir sensaciones, para contactar con el entorno, para estar atentos, para conocer… son necesarias las unidades para el pensamiento >> investigación
2. La creación, el acto de crear, nunca es vacío, nunca es banal. Supone un entrenamiento fabuloso para el momento clave de la transformación, para el momento de actuar. Todo consiste en preparar las narraciones para ese instante en el que hay que dar el paso para el cambio. Una acción política elemental: construir en común >> experimentación
3. Las fábricas de creación son importantes, los clusters creativos, los barrios creativos pero, ¿de dónde surgen los creadores? ¿cómo complementan una formación colaborativa? ¿cómo se introducen en la economía creativa?, ¿cómo se organiza la producción, el acceso, la distribución? ¿cómo darse a conocer?… >> promoción/formación

Vamos a añadir un cuarto criterio que redunda en la importancia de crear ciudad desde la absoluta implicación ciudadana mas allá de los criterios de participación de décadas anteriores.

4. El nuevo derecho a la ciudad se va a entender desde la apropiación del espacio público, la inclusión social y la economía creativa desde una mirada prospectiva y transversal, desde actitudes que parten del la colaboración y la simbiosis, la hibridación, la remezcla, el pensamiento divergente, el riesgo, el p2p… en definitiva, una ciudad de y para los comunes >> metaparticipación

Se podría resumir también en el siguiente principio:

de la producción de contenidos a los caldos de cultivo, a la construcción común de situaciones.

Más concreto: queremos buscar los medios, las confluencias, los itinerarios para que la economía creativa colabore en la construcción de ciudades más humanas, relacionales, emocionales, habitables… Una conciencia comuntarista que favorezca la influencia en el territorio desde otros parámetros, desde las unidades mínimas, desde la cercanía. Desde unas políticas públicas que no absorben ni los recursos económicos ni los simbólicos sino que forman parte de un entramado verdaderamente comunitario.
Compartir ideas y generar conocimiento

El reto es pues conformar un espacio ciudadano que favorezca el espíritu crítico, que favorezca la construcción social desde la sensibilidad, la construcción de ciudadanía emocional. Es decir, procesos que garanticen la continuidad mas allá de las realidades particulares, una estructura de nodos en la que si alguien desaparece queda garantizada la conexión. Y lo que es lo mismo, abandonar el apropiacionismo de las ideas, de los procesos, de las acciones… abandonar el absurdo de la posesión a la hora de crear ciudad. Porque los procesos de hibridación y colaboración son los únicos que aportan futuros justos.

 

** Fotografía de Beatriz Orduña >> @beatrizorsa

José Ramón Insa Alba

Coordinador de Proyectos y Redes en la Sociedad Municipal Zaragoza Cultural. Area de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza. Pasé por ZAC durante cuatro años como responsable del ThinkZAC.

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