A los veinte años de su nacimiento, presentamos un relato en primera persona del plural de la fundación y evolución de la plataforma cultural Nueva Visión. Una conversación con sus socias que nos revela los secretos de esta factoría de ficción especulativa.

Por Silvia Nanclares

La casilla de salida

“Podemos decir que más que tomar la decisión de crear Nueva Visión, la decisión nos tomó a nosotras”. Así habla Eli, una de las socias fundadoras de Nueva Visión, la plataforma de contenidos ficcionales que ha revolucionado en unos pocos años la manera de hacer y compartir ficción en nuestras tierras. “Corría el 2017, estábamos en plena burbuja de las plataformas de contenidos por suscripción, el Big Data y el Internet de las cosas. Todas estábamos trabajando a pleno pulmón y como autónomas en grandes productoras audiovisuales”. Un día, Maider, al volver a casa, encendió como siempre y por inercia el proyector del salón, desnudo y metalizado: la oferta de Netflix se desplegó ante sus ojos, su deseo, casi diríamos su hábito, serpenteó entre las opciones a lo largo y ancho de la pantalla. Amagó con comenzar alguna nueva serie. O una película. O un documental. Salvo las producciones que Netflix debía hacer en cada país, el noventa por ciento de la ficción que ofrecía el agregador era norteamericana. “Ni rastro de, por ejemplo, ficción marroquí, el país del que solo nos separaba un estrecho mediterráneo”.

Maider observó por primera vez con algo de distanciamiento aquella interfaz en la que prácticamente habitaba. Desde su alta, cuatro años atrás, casi cada noche había acudido a su mostrador de ficción rápida a por su dosis. “La mayoría de las ficciones, salvo las explícitamente humorísticas, narraban las peripecias de individuos pasándolo mal, o bien en soledad o bien en escenarios apocalípticos”. Y esos individuos eran, además, en otro alto porcentaje, mujeres. Muchos hombres haciéndoselo pasar mal a mujeres en la soledad del primer mundo. En definitiva, un mundo disfuncional.

“Sentí que esa interfaz iba un paso por delante de mí, que tenía una capacidad asombrosa y desconcertante para saber lo que quería casi a la vez de que lo supiera yo misma, si no antes. Me asusté. Sentí que mis noches estaban controladas. Y sobre todo, mi capacidad de imaginación. Creemos que elegimos la ficción que vemos, pero la elegían ellos”.

“Maider nos reunió a todas por la mañana en su cocina”, continúa Paula. Con los sueldos habituales de los noventa en tele y, sobre todo, antes de la burbuja inmobiliaria, habían conseguido comprarse unos pisos decentes en el mismo edificio de un barrio tranquilo. “En esa cocina se gestó Nueva Visión, nosotras no éramos de garaje, ¡nosotras íbamos en bici! Pronto el piso de Maider se convertiría en nuestra sala de escritura, en nuestros estudios de grabación, nuestro almacén, una zona de administración…”. Maider, mientras, se fue a vivir con Eli al piso de arriba. “Nos instalamos en la temporalidad”.

“El primer nombre que pensamos para la productora fue Espejo Blanco”, Maider continúa el relato, “en claro guiño irónico a Black Mirror, la serie que durante varias temporadas estuvo facilitándonos imaginarios distópicos basados en la alteración de nuestros comportamientos por la tecnología. Unas tecnologías duras que producían a su vez unas tecnologías blandas, no de resistencia sino viciadas y enfermizas. Y lo único que parecía transmitirnos la serie es: vamos hacia esto, no hay alternativa, esto es lo que os mereceis, de lo que único que sois capaces. ¡No! Algo se revolvía en nuestro interior. ¿Acaso esas ficciones, con su pátina crítica, no hacían sino reforzar la idea de que íbamos directos al precipicio como sociedad, de un nuevo ‘no hay alternativa’? ¿No había algo de aquiescencia con el sistema en todo ello? ¿Dónde estaban las ficciones que nos ofrecían otras maneras de hacer, de relacionarnos, que se opusieran a todas las inercias que planteaba la tecnología y el supuesto desarrollo? Pero luego lo de Espejo Blanco nos sonaba muy supremacista…”, se ríen a coro.

De ahí nació el nombre de Nueva Visión. No solo era un homenaje al bar del barrio viejo donde acabábamos todas las noches al salir de la facultad cuando nos conocimos, sino que homenajeaba a la experta en teoría de sistemas Donella Meadows y a su revelador discurso Down to Earth que tuvimos la suerte de escuchar en 1993 en la Conferencia Sostenible en Costa RIca, donde fuimos de viaje de fin de carrera las cinco (se refiere a Maider, Paula, Eli, Esther y Mara, las cinco guionistas, directoras y productoras que fundaron Nueva Visión en 2017).

Bajar a la tierra, bajar al territorio, hacer las cosas reconocibles y asumibles. “Pero lo más importante: crear nuevos imaginarios, visiones que nos dibujaran mundos posibles, nuevas maneras de relacionarnos y de estar. Eso es lo que necesitábamos y eso es lo que íbamos a crear. Porque, ¿y si aquello diseñado para someternos, condicionarnos, conducirnos, podría servir también para liberarnos?”, sentencia Mara.

Las ficciones de la visión

“Comenzamos dando difusión a trabajos de productoras independientes que trabajaban dentro del ámbito de la economía social y solidaria de nuestra ciudad y de otros países del entorno mediterráneo”, Esther retoma el hilo del relato, “pero pronto decidimos apostar por nuestra primera producción propia. Abuelas insumisas nació al calor de la ya mítica huelga feminista internacional del 8 de marzo de 2018. En ella, mostrábamos a un grupo de abuelas que se negaban a hacer el trabajo de cuidados que la sociedad y sus hijos consideraban que debían hacer. Para ello, se convertían en una suerte de célula libertaria que sembraba el terror por los colegios y los mercados. ¿Y si hiciéramos una huelga indefinida de abuelas?, era la premisa. Esta miniserie, distribuida a través de nuestro propio dominio y en baja calidad (queríamos llegar a toda esa gente sin fibra en casa y sin móviles 6G, sobre todo en tiempos de plena amenaza europea de la neutralidad de la Red), fue un éxito mediano, pero crucial para nosotras: produjo una serie de interacciones y una oleada de interés por gente que quería ver otro tipo de ficciones y consumirlas de otra manera. Nos animó muchísimo”.

Eso fue lo que les llevó a plantearse otras ficciones vinculadas a experiencias de compromiso social. “Sobre todo historias que te hicieran querer salir a la calle (justo lo que parecía que estaba evitando Netflix en ese momento, teniendonos a todos recluidos en nuestros hogares), a implicarte en tu barrio o contribuir al comercio local”. También apostaron por series que mostraban las luchas de algunos colectivos. “En ese sentido, nuestra segunda producción, en colaboración con Las Kellys, fue todo un éxito y queremos pensar que contribuyó en parte a la aprobación del proyecto de Ley del estatuto de las limpiadoras en el sector servicios de 2023”, apostilla Maider orgullosa.

Economía eres tú

“Levantar la empresa supuso toda una serie de cambios y rebajar paulatinamente nuestras colaboraciones en las otras productoras, donde teníamos una reputación y unos altos honorarios. Comenzamos socializando nuestros sueldos hasta terminar capitalizando nuestros ahorros para abrir una cooperativa. Nos gusta decir que “abandonamos el capitalismo”, como dijo el notario en el acto de conversión legal de la vieja S.L. a Nueva Visión Sociedad Cooperativa”, las cinco se ríen recordándolo. “El paso natural posterior fue asociarnos al Mercado Social  de nuestra ciudad, construir nuestros estatutos con derechos y obligaciones compartidas, trabajar bastante para fijarnos un buen salario, intentar trabajar por deseos, pese a la dedicación, tratar de mantener la flexibilidad para conciliar con la vida, tomar decisiones en asamblea–. Cuidarnos, vaya”.  

Para ello, como reconocen, tuvieron que descongelar un montón de hábitos de consumo, de relación y de maneras de entender el trabajo, con el fin de articular un entorno y proceso que posibilitara la participación activa, y volver a ponerse al sol para fijar nuevas rutinas. “No fue fácil, pese a nuestra amistad de largo recorrido, todos los de nuestra generación llevamos el individualismo y la ética del éxito personal grabada a fuego”.

Tejiendo comunidad, mirando alrededor

Un paso cualitativo fue cuando comenzaron a crear ficciones más allá del ecosistema urbano. “Pronto vimos que todas las plataformas y productos digitales culturales estaban diseñadas pensando en la población urbana. Pusimos la mirada en la Sierra Norte, también conocida como Sierra Pobre. La adaptación de Cuaderno de Campo, de María Sánchez, uno de los libros de éxito de poesía de aquellos años y que impugnaba tanto la idea idealizada como la denostada del campo y el pueblo, fue un punto de partida fantástico”.

Allí contamos con la complicidad de la performer Laura Corcuera, vecina desde hacía años de uno de los pueblos de la sierra y dinamizadora de procesos creativos con todo tipo de población dentro del pueblo. Así nació Filandón, una especie de docudrama (¡casi a veces sentíamos que era un reality sin sus lógicas de eliminación!), donde nos limitábamos a grabar la lectura en voz alta de Cuadernos de Campo y las conversaciones que de ella surgían. En estas reuniones se trabajaba en alguna labor textil pero también se iban desgranando los problemas de la comunidad y sus posibles soluciones. “Nos quedó una cosa muy experimental, pero la gente cayó como hechizada, era la magia del antí-clímax en tiempos de velocidad de vértigo, suponemos…”, explica Paula. “Desde ahí procuramos mantener estas grietas de comunicación entre el campo y la ciudad”.

Aprendizajes y roces en presente continuo

“También fue importante apoyarnos (en la medida de lo posible) en las enseñanzas de la Cultura Libre. Desde el reto de construir nuestra web y posteriores apps hasta organizar nuestra gestión de servicios. Al igual que tratamos de crear una estructura igualitaria basada en la horizontalidad y la equidad de derechos y obligaciones, también nos inspiraban las posibilidades del conocimiento libre, tanto en nuestra organización interna como en nuestra relación con las ‘visionarias’ (así llamamos a las personas que están suscritas a nuestra productora)”.

En la actualidad, ya casi veinte años después de aquella mañana ‘fundacional’ en la cocina de Maider, producciones como Empatía o La escuela de los currículums ocultos, les mantienen bien vivas. “Por supuesto, desde bien pronto nos aliamos con colectivos cercanos y en sintonía: no necesitábamos ni entonces ni ahora tener de todo ni saber hacer de todo”. Y cuando se les pregunta por “el secreto de Nueva Visión”, que a día de hoy mantiene a catorce trabajadoras y tiene una comunidad de más de 20.000 ‘visionarias’ que hacen sostenible la totalidad del proyecto, contesta Eli: “Si algo podemos decir es que le dimos la vuelta la tiranía del engagement: transformamos el clientelismo en la posibilidad de ser una comunidad real, basada en intereses temáticos y políticos y, casi diría, afectos. Contamos con una comunidad cada vez más creciente (¡y cambiante!) que apuesta por nosotras, por nuestro modelo de producción y de generación de imaginario; y nosotras por nuestra parte devolvemos ese apoyo con nuevas ficciones, pero también con formación asociada a la capacitación necesaria para que cada vez más gente se anime a contarse a sí misma colectivamente a través del audiovisual. También organizamos jornadas en torno a los temas que presentan nuestras ficciones. Son foros de encuentro, de convivencia, ¡también de conflictos! Y hemos currado como mulas en estos veinte años, ¡y eso choca directamente con nuestro deseo perenne de autocuidado y con las premisas de la economía feminista!”.

Nueva Visión es un presente, ya un pequeño pasado, pero también un futuro. “Rozamos ya los 50 años y pronto querremos reducir drásticamente el número de horas que dedicamos al trabajo productivo. Nuestras cajas de resistencia y nuestros espacios de convivencia común, al más puro estilo Babayagas, nos están dibujando un horizonte de posibilidades más allá de la vida centrada en el trabajo. Porque esto es una pasión, ¡pero también cansa, y ya todas vamos teniendo goteras, somos el anti-perfil de emprendedoras de Palo Alto, nosotras decimos que somos ‘perfil bajo’!”.

Las dejamos con su código común, sus bromas privadas y sus risas al amor de la lumbre digital. Y seguimos esperando los nuevos capítulos de Empatía, la webserie que ha significado el espaldarazo para Nueva Visión, Se rumorea que Netflix quiere difundirla en su agregador. Pero a ellas eso de la exclusividad no les deja de rechinar. Por el momento, siguen afincadas en su productora de ficción que un día desafío todas las inercias del sector…

* Esta ficción contiene inspiraciones y remezcla textos de los siguientes posts de la sección What if…? de este blog:

Las cuatro edades de la Red, de José Luis de Vicente.
Todo lo que siempre quisiste saber sobre tecnologías blandas, de Tecnoblandas.
#HAbierta (por una ‘innovación situada’ en el medio rural), por Hacendera abierta.
La revolución de las escalas y la Economía Directa, por Las Indias.

Índice de imágenes

1. Nuevos imaginarios (ColaBoraBora, cc by sa).
2. Condicionador visual (ColaBoraBora, cc by sa).
3. Real Simbólico Imaginario (ColaBoraBora, cc by sa).
4. Las visionarias (ColaBoraBora, cc by sa).
5. Nueva Visión (ColaBoraBora, cc by sa).
6. Silvia Nanclares (Gema Segura, cc by nc).

Silvia Nanclares (Madrid, 1975) es licenciada en Dramaturgia por la Real Escuela de Arte Dramático. Desde el ámbito de la escritura desarrolla proyectos teatrales, audiovisuales, literarios y de formación artística. Ha intervenido en la creación de contenidos para diferentes centros culturales, así como en investigaciones colectivas como #bookcamping. Desde 2012 colabora con eldiario.es y El Salto con piezas de periodismo narrativo. Es guionista y locutora en el espacio radiofónico  Carne Cruda. Actualmente forma parte de Pandora Mirabilia-Género y Comunicación, donde participa en proyectos como Un cuento propio. Es autora de los álbumes ilustrados infantiles La siesta y Al final, en colaboración con Miguel Brieva, y del libro de narrativa breve El Sur, instrucciones de uso. También ha publicado relatos en Revista Eñe, Sibila y Quimera. En 2017 publicó su primera novela, Quién quiere ser madre (Alfaguara). Puedes seguirle la pista a través de su blog Entorno de posibilidades o en su perfil de twitter @silvink.

ColaBoraBora

En ColaBoraBora nos dedicamos a diseñar y facilitar entornos y procesos de innovación y colaboración centrados en las personas. Explorar, abonar y cimentar, nuevas formas de relación, organización, producción y propiedad, para afectar positivamente el entorno en que las personas viven y trabajan, desde las comunidades de las que forman parte.

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