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- Hay espacio donde hay personas. Una construcción adquiere categoría de espacio cuando tiene una unidad de referencia con la que medirse. La única unidad que puede dotar de dimensión significativa a un espacio son las personas. El mejor indicador posible es cuántas personas producen/obtienen cuánto valor en los márgenes de un espacio dado.
- Los tres modelos de gestión que conocíamos hasta ahora (público, privado y social) deben dar paso a un cuarto paradigma. Un modelo de confluencia e hibridación donde las fronteras desaparecen.
- Las iniciativas más confluyentes son las que mejor se han adaptado a los vertiginosos cambios de nuestra era. Cada uno de los tres vectores aporta habilidades esenciales a los proyectos de nueva generación. La inteligencia colectiva y la empatía del enfoque social; la escala, el músculo y la seguridad jurídica de la acción pública; la capacidad de innovación y orientación a resultados de la lógica privada.
- Los espacios más productivos serán aquellos que reduzcan las normas y los reglamentos al mínimo posible. No hay creatividad sin libertad. No hay innovación disruptiva sin conflicto. Un espacio de innovación no puede divorciarse del arte y la cultura. El arte es el único camino para reencontrarnos con la libertad, que es inherente a la condición humana.
- El espacio es mucho más que una estructura dura. El espacio es un ensamblaje sistémico compuesto por personas, organizaciones, roles, reglas, afectos… La experiencia nos dice que el software es mucho más determinante que el hardware. Invertimos años y dinero en las partes duras y casi nada en los procesos y los contenidos. La hibridación y la confluencia también debe llegar al planeamiento y las metodologías, como dice José Ramón Insa, hay que comenzar a trabajar bajo una lógica transware.
- Por esto mismo tan importante es el espacio físico como el espacio mediado. Los espacios del futuro serán sobre todo redes y comunidades. Un espacio es una nube de tags, un conjunto de referencias y expectativas. Es un sistema de relaciones. Igual que el ego y el super-ego, podemos hablar del super-espacio, en tanto que conjunto de referencias y consideraciones que le circundan, porque un espacio es sobre todo lo que las personas piensan qué es. Un museo vacío no es un museo, es un vacío.
- Los espacios son proyectos, los proyectos son personas. Los funcionarios, los usuarios, los investigadores, los activistas, los políticos, los makers, los artistas, los emprendedores… son roles sociales que van a confluir entre sí y tenderán a ser una misma persona. Es el proto prosumidor (productor/consumidor) del futuro que ya se empieza a advertir (knowmad, networker, no colour collar, mediador…son algunas etiquetas que van perfilando el cambio). Paradójicamente la especialización radical de la sociedad nos va a acabar llevando al punto de partida, donde los hombres y las mujeres hacían de todo, porque estamos compensando con creces nuestras limitaciones de tiempo y conocimientos con herramientas cada vez más versátiles y con redes cada vez más eficientes.
- Los espacios para la innovación, la creatividad y la cultura deben ser inequívocamente públicos. Quién los cofinancie o cómo los gestione es menos importante que su titularidad (aunque es indefectible una evolución hacia la autogestión sostenible) Las plazas y los templos donde ha de diseñarse el futuro colectivo común han de pertenecer al procomún.