Mas allá de los aspectos funcionales (producción, intercambio, consumo, distribución… de bienes y servicios) y de su preocupación por la satisfacción de las necesidades materiales de las personas y las comunidades, la economía configura el comportamiento y los modelos de relación de las sociedades, determina su personalidad y, en definitiva, su cultura. Es una ciencia social.

Actuar sobre ella desde la óptica reduccionista del mercado neoliberal y sus relaciones financieras supone el abandono de la mayor parte de su alcance. De hecho constatamos que todo gira alrededor de una ortodoxia individualista de exclusión que domina las políticas económicas de los últimos treinta años, que impregna el pensamiento de una sociedad completa y que no alcanza a vislumbrar comportamientos alternativos, ni desde la óptica del empresario, ni desde la del trabajador ni tampoco desde la  del consumidor.

En este sentido cada vez son más necesarios los espacios que trabajen sobre la ética para el bien común. Estrategias públicas que se ocupen de la investigación y la experimentación para trazar modelos económicos progresistas desde la conciencia ciudadana, desde la acción local. Se necesitan acumuladores de energía, de experiencia intelectual, que funcionen como el germen para la transformación ciudadana, escenarios para los comunes. Espacios que piensen en políticas económicas (no podemos olvidar que la política no la hacen los “profesionales” sino que es un asunto comunitario generado entre todos) desde los valores inclusivos, colaborativos y propicien modelos laterales para la cooperación abierta. Provocar e inducir el cambio (si no construimos el futuro, nos lo construyen), agitar alguna conciencia, comprender las razones de una sociedad integradora… componer, en definitiva, un cuadro de coherencia con los procesos de desarrollo humano (pensaren el IDH por encima del PIB)

Por ello nuestro compromiso debe ir má allá de la facilitación de espacios y recursos técnicos: debemos proporcionar argumentos, conceptos, evidencias y pruebas de que otras opciones existen y son factibles. ZAC funciona como ese acumulador de energía colectiva. Porque no se trata de reproducir sin reflexión las propuestas que se imponen, ni la exaltación de las instrucciones competitivas. De lo que tratamos es de analizar modelos que refuercen las políticas locales y que sean ellas las que lideren ese cambio de sentido tan necesario. Una acción local que entiende la necesidad de encarar las políticas públicas desde perspectivas que mutan y que integran.

Por ello también corresponde a los ciudadanos, a las empresas, a los emprendedores, a los colectivos… mediante la acción y el pensamiento colectivo, mostrar el tipo de sociedad que deseamos. Mas allá de los expertos (que por otra parte y sobre todo en este ámbito ya sabemos cuales han sido y son sus intereses y los efectos de sus predicciones) se trata de que entre la mayoría pongamos en cuestión los métodos y sistemas que nos han traído hasta donde estamos y que esa reflexión critica nos oriente hacia otros modelos posibles.

Puede que la cuestión sea la construcción de alternativas que fortalezcan a la comunidad frente a todos y diferentes poderes. Que se contribuya a extender la idea y alcanzar la realidad de un empuje colectivo, de una responsabilidad colectiva para la construcción de sociedades alternativas. Un proceso que expande experiencias e iniciativas, que provoca, que estimula el razonamiento y alienta prácticas para el bien común. La construcción de modelos compartidos que aglutinen las diferentes sensibilidades y que permitan nuevos caminos. Cultura.

José Ramón Insa Alba

Coordinador de Proyectos y Redes en la Sociedad Municipal Zaragoza Cultural. Area de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza. Pasé por ZAC durante cuatro años como responsable del ThinkZAC.

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