Si hay una cuarta Revolución Industrial, en el sentido que sea, es imprescindible que, en el caso de que la cosa mejore nuestras vidas, tal cambio esté  acompañado por la política, ya que, como dice García Canclini, el orden instituido ha puesto  juntos una ciudadanía que data del siglo XIX y unos consumidores que desde hace mucho lo son del XXI . Para salvar ese desfase es necesario conocer y cambiar los graves defectos, ya insostenibles, que arrastra lo político. Uno de ellos y nada accidental es la corrupción. Sin embargo, en España, quienes gobiernan no se ponen de acuerdo en el significado de la palabra . ¿Les echamos una mano?.

Etimológicamente el término hace referencia al proceso por el que las fuerzas que mantienen unido un orden cualquiera son superadas por otras que lo deshacen. El orden que llamamos sociedad se hace a través de un conjunto de políticas a la vez y al mismo que se piensa a través de un abanico de ciencias sociales con sus correspondientes expertos. Sin embargo, no tiene el éxito garantizado. Primero, porque mucha actividad social no está incluida en ninguna sociedad, por lo que las ciencias y las políticas no pueden ni saben tratar con ese exceso. Segundo, porque cualquier orden social alberga tres niveles de funcionamiento en los que rigen medios de unión o comunicación diferentes (el dinero, el lenguaje y el amor) que resultan afectados por otros tantos tipos de corrupción.

Los expertos y los políticos que se acercan con números a una realidad social que presumen objetiva, reciben a cambio dinero, también presumido como algo contante y material. Este intercambio de números que aquellos reciben a cambio de sus servicios o de su actividad política está incluido en la parte más visible e importante del orden instituido. De ahí que esas élites cobren mucho. Aquí los corruptos adulteran la relación de intercambio tomando directamente el dinero sin dar nada o recibiendo mucho más de lo que dieron. Una subespecie de esta corrupción está instalada en el propio corazón de la economía de la mano de expertos y políticos puestos de acuerdo en adulterar las cuentas públicas o privadas y en ofrecer servicios financieros fraudulentos. Esta corrupción amenaza con colapsar la realidad material o económica sobre la que se sostiene el orden social.

Los expertos y políticos que investigan, asesoran e intervienen prestando atención a los distintos dichos, relatos y chismes que tejen la realidad social, suelen recibir a cambio un prestigio que está construido a base de artículos, reseñas, citas, etc, Lo que en ambos casos se hace circular es el sentido, una propiedad nada métrica, más bien simbólica o lingüística, que desobjetiva el mundo social y permite mantenerlo abierto. El dar y recibir sentido forma parte de un estilo de autoinstitución quizás menos llamativo que el protagonizado por los amantes de las cuentas, pero más importante pues hace que el orden sea más consistente. Aquí la corrupción aparece cuando se obtiene prestigio sin haber dado a cambio nada con un mínimo de sentido, algo cada vez más frecuente entre políticos que se pretenden intelectuales y científicos exigidos por su entorno. Una subespecie de esta corrupción está instalada en la gestión de la Justicia con expertos y políticos que estiran y encogen las leyes a base de interpretaciones para, por ejemplo, condenar y absolver a quien o lo que les plazca. Esta corrupción amenaza con hacer estallar las supuestas verdades (listadas en Constituciones) sobre las que dice basarse el orden.

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Susana Vacas

Por último, hay agentes que no suelen disociar la acción política de la reflexión científica o experta. Usan como materia prima de sus investigaciones-acciones el deseo de cambio de las gentes y suponen que deriva de una pulsión de vida o amor. A estos agentes no les suele llegar mucho dinero de los que más mandan ni tampoco mucho prestigio de los que más saben. En cambio, los movimientos sociales y asociaciones, para los que a menudo trabajan gratis y sin escribir una línea, les adoran. El amor que circula gracias a estos heterodoxos forma parte de un estilo de autoinstitución de lo social más elemental y que tiende a exceder cualquier orden, por más abierto que sea, pues hasta las revoluciones forman parte de él. Sin embargo, gran parte de estos agentes y su amor suelen terminar al lado de dicho orden haciendo que sea más consistente y abarque más actividad social estandarizada, pues las demandas de los movimientos sociales y asociaciones, la reclamación de democracias participativas, etc., entre las que estos activistas se desenvuelven, en lugar de hacer cambiar el orden desde abajo, tal como inicialmente se pretendió, en bastantes casos terminan apuntalándolo mejor desde arriba. En este nivel, la corrupción aparece cuando quienes no han dado nada de amor, a menudo más bien lo contrario, pretenden obtenerlo de las gentes, pues parece que el dinero y quizás el prestigio, robados o no, resultan insuficientes para su narcisismo. La política institucional suele flirtear con esta fuerza desintegradora, aunque afortunadamente con escaso éxito debido al poco afecto que en general despierta. Sin embargo hay una subespecie de corrupción, más peligrosa, que está instalada en las entrañas de la democracia. Si los votantes dan con cada voto una cuota de poder real a cambio de promesas que luego no se cumplen, la corrupción tiene en este caso que ver con la confianza que los votantes dan y los partidos traicionan. Esta corrupción amenaza con hacer colapsar la unión confiada de gentes  distintas que la democracia dice administrar.

IMG_7555 (1) José Angel Bergua es sociósofo

IC4RO

IC4O reúne a 22 gentes provenientes de la sociología y la filosofía de ocho universidades españolas, así como a varios artistas. Se interesan por la creatividad e innovación sociales e igualmente por el papel que pueda tener el arte en todo ello. Desde hace unos cuantos años vienen colaborando en varias investigaciones e intervenciones sociales.

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