“Mira mi brazo tatuado, con este nombre de mujer, es el recuerdo del pasado, que nunca más ha de volver”; cantaba Conchita Piquer casi a ritmo de tango, bandoneón de fondo. Sin duda una de mis canciones favoritas.
Tatuaje es esa marca “indeleble” (o casi) que habla de la historia de un cuerpo, adorna e identifica, siendo utilizado como prueba forense para reconocer finados (como mola esta palabra). Bien es cierto que desde un punto de vista antropológico se ha desprestigiado el uso del tatuaje. Encontrar en estos momentos una pantorrilla aderezada con marcas tribales puede ser sólo el nefasto resultado de una juerga (recordemos The Hangover: part II, Resacón 2, dirigida por Todd Phillips).
Si nos remontamos al s.XIV, gran parte de los aborígenes de la actual Nueva Zelanda adornaban sus cuerpos con tatuajes en un horror vacui hasta no dejar resquicio de epidermis libre ni poro sin tinta. Igual que otras culturas desde la Prehistoria, utilizaban el tatuaje como distinción socio económica (entre otros motivos). Lucir determinados diseños, arraigados en la memoria colectiva del grupo, vinculaban al individuo a un determinado clan, estatus o posición.
Siempre recordaré al abuelo de mis vecinas, y su tatuaje convertido en abstracta mancha de tinta y arrugas, que seguro un día fue un corazón tatuado como el de la Piquer. Pensaba: “-no me tatuaré nunca, y menos por amor”, “pues es como el acto de marcar reses”, me decía, pensando en Melanie Griffith tatuada con el nombre del malagueño Banderas.
Pero me he tatuado…. en la identidad digital.
Luzco, orgulloso, en mi perfil de la Red Zac la insignia “Zac Founder”. Zaragoza ink, tatuaje virtual que como una marca tribal denota que fui uno de los boinas verdes desplegados en la Azucarera aquel frío invierno de 2009, con la misión de hacernos fuertes y montar un fuerte (aún recuerdo a Javi Fernández susurrar con pulmonía: “no siento las piernassss”).
Las insignias Zac son nuestras pinturas de guerra, y hay que lucirlas con orgullo, pues nos arraigan al grupo. Tenemos marcas de tribu (Vivero, Colaboradora, formador, amigo, etc) y rangos militares. Y es que los símbolos para denotar estatus no solo han decorado cuerpos, también atuendos, como sucede históricamente con la casta militar que hace gala en sus uniformes de su posición dentro del grupo. Así, nuestras insignias militares en la identidad digital Zac, se ganan por asistencia a eventos premiando al veterano de guerra.
Todo esto para contar que no es cosa baladí lucir tal o cual insignia en nuestro perfil Zac, pues éstas nos cuentan quienes somos, cual es nuestra manada, y como peleamos. Las insignias Zac no se tatúan un día de juerga, se ganan día a día.
El elenco de insignias Zac es una colección de cromos, algunas son fáciles de conseguir y otras no nos tocarán nunca, o si, quien sabe. Cromos pintados por el ingenioso hidalgo creativo Luis López, que bien debería tener insignia exclusiva para su persona, que sólo pudieran tatuarse él y sus descendientes.
Y tú, ¿ya te has tatuado la identidad digital?
Foto: “Símbolo”, imanes de La Colaboradora; autor: Antonio Charles
Enlace: Tatuaje, de Conchita Piquer
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