Era la primera vez que viajaba a Belgrado e imaginaba una ciudad postsocialista y gris, con algunos signos de recuperación económica y social tras un final de siglo XX más que convulso. Es una visión que probablemente muchos ignorantes de la realidad europea de los Balcanes como yo compartimos en nuestras mentes desinformadas. Si bien es cierto que todavía queda mucho de esa ciudad decrépita con partidas de ajedrez en el parque y viva nostalgia al mariscal Tito, dos días fueron suficientes para percibir una ciudad intensa, en plena ebullición, con rincones y proyectos nuevos que nada tienen que envidiar a cualquiera de las grandes capitales del continente. Es más, posee un punto a su favor: las ganas de comerse el mundo y demostrar de lo que los serbios son capaces a los más de doscientos representantes y líderes de hubs creativos de toda Europa que asistimos del 22 al 24 de septiembre al foro “How Work Works” del proyecto de la Comisión Europea European Creative Hubs Network.
Y allí que fuimos Raúl Oliván y servidora a aprender sobre otras comunidades creativas, y dar a conocer el modelo de La Colaboradora. ¿Por qué Belgrado? Porque los hubs, comunidades de personas físicas o virtuales que trabajan juntas para afrontar retos y buscar oportunidades bajo el prisma de la colaboración, suelen darse como una consecuencia natural a contextos económicos difíciles. Es la respuesta de unos pocos con ganas – generalmente habitantes de países del sur – a la búsqueda de nuevas oportunidades. Cada hub es diferente a los demás en su origen, financiación, procesos y misión. Y Belgrado, con el hub Nova Iskra a la cabeza, demostró esta teoría de maravilla.
“How Work Works” ha sido el primero de tres grandes foros que este proyecto tiene previsto organizar los próximos meses, además de talleres y residencias de trabajo bilaterales. Se trata de un proyecto innovador porque, según la representante europea y líder del proyecto Barbara Stacher, “es la Comisión Europea la que tiene mucho que aprender sobre la economía colaborativa, sobre los procesos de los hubs creativos y la manera que éstos tienen de encontrar soluciones a problemas como la inclusión social o el desempleo juvenil”. Una afirmación que es necesario recordar de vez en cuando en los tiempos que corren.
(En la foto: los hubs Betahaus, SMart y Startit debaten sobre el papel de la comunidad)
La comunidad, esa es la cuestión
Comunidad fue la palabra más repetida durante los dos días del foro. Enunciada a veces con ligereza, otras con escepticismo y la mayor parte con intensidad, pero siempre palpando el anhelo por conocer el secreto de su éxito y su trascendencia como motor del trabajo desarrollado en cualquier hub. Aquí y en la China. Comunidad como ente que se puede diseñar estratégicamente desde la selección de perfiles de candidatos que solicitan entran en un espacio, o bien como red viva que se construye por orden de llegada y a golpe de recibo de alquiler. Comunidad que se dinamiza prácticamente en todos los casos, bien por los community managers, los coordinadores de proyecto o como trabajo voluntario de un miembro de la misma. Muchos fueron los modelos propuestos en la gestión de estas redes durante el foro, todos igualmente válidos aunque quizás no tan eficaces.
El foro abordó de manera tangencial el papel de la medición del impacto en el trabajo realizado con las comunidades. Una labor que, tal y como vimos en los ejemplos expuestos por diferentes hubs creativos, se reduce actualmente al feedback de los miembros del espacio de coworking durante conversaciones de pasillo o al número de espacios alquilados. Quizás comenzar a medir el grado de cohesión de sus comunidades a través de mecanismos más formales sea una necesidad que los hubs de naturaleza privada puedan comenzar a valorar en su estrategia; sin embargo, resulta lógico que aquellos proyectos dependientes de fondos públicos integren informes de medición y evaluación que garanticen un conocimiento transparente de la gestión de los recursos públicos.
La importancia de los significados
Hubo varios debates recurrentes durante el transcurso del foro que suscitaron preguntas importantes entre los representantes de espacios, vinculadas especialmente a los modelos de trabajo entorno a los vectores tecnológico, cultural y social. Nos planteamos la necesidad – o no – de ser estrictos con el nombre que se ha puesto al gran saco de “hubs creativos” donde se incluirían, según indica el propio término, todos aquellos proyectos vinculados a las actividades propias de la industria creativa. Una categoría que siendo puristas eliminaría de un plumazo a proyectos que aun teniendo mucho que aportar al fenómeno hub, no siguen a rajatabla el término “creativo”. Y con esto, por ir concretando, me estoy refiriendo sobre todo aquellos centros de marcado corte tecnológico y nítida visión de negocio cuyos valores colaborativos pueden estar quedando relegados a un segundo plano.
Este debate no tendría mayor importancia si no tuviéramos tan reciente la experiencia de los gigantes – que todos conocemos – que han monopolizado la filosofía de la economía colaborativa, apropiándose de paso del significado de las palabras y de los valores que las acompañan y, por tanto, limitando el impacto global de esta no tan nueva manera de hacer las cosas. Quizás sea el momento de comenzar a diferenciar entre los hubs de corte tecnológico, start-ups en si mismos y muy orientados a la creación de negocio – perfectamente legítimo, por otra parte -, con aquellos hubs cuya misión social orienta su trabajo al desarrollo de una comunidad creativa y emprendedora basada en unos valores compartidos que redundarán en el bien común y la mejora de nuestra sociedad. Son estos últimos modelos los que deben formalizar sus buenas prácticas y dar a conocer sus procesos creativos y colaborativos. De este modo, podrán recibir el apoyo de las instituciones públicas y filantrópicas y extender su modelo de trabajo a otras realidades sociales.
Debemos reflexionar sobre los roles que cada actor debe jugar en este partido y la importancia de analizar con más detalle la misión de los hubs creativos. Habrá tantas misiones como hubs haya constituidos. Sólo en Londres hay más de 800 centros de coworking y Barcelona tiene registrados a día de hoy más de 150 espacios. Gran idea la de este proyecto europeo de desenmarañar este caos de espacios de trabajo con objetivos dispares, pero repletos de personas que comparten algo más que una mesa y una balda en la nevera. Tenemos la oportunidad de liderar una red influyente y cohesionada de miles de profesionales europeos con inquietudes, necesidades e intereses similares. No lo perdamos de vista. Y mientras tanto, yo regresaré a Belgrado.
Fotos: How Work Works Forum