Se sabe que las neuronas forman un sistema complejo que colabora para que el cerebro reciba y procese de forma correcta los mensajes que le son enviados por los sentidos. Ninguna de ellas contiene ni resuelve la información suficiente pero una perfecta comunicación entre ellas es capaz de aportar los datos precisos para desarrollar los procesos. Partiendo de aquí y de acuerdo con las teorías de la Conciencia Esparcida de Riccardo Manzotti planteamos que la realidad se conforma mediante un constante flujo entre el mundo y la percepción que los individuos tienen de éste, un flujo que es capaz de modificar la realidad a través del conocimiento. Aquí es donde la intervención de los sistemas públicos adquiere, debería adquirir, una función más allá de la mera administración de recursos: una funcionalidad sináptica.
Como en la red neuronal, donde la propia actividad modifica y determina su naturaleza futura, cualquier acción pública ejerce influencia en la sociedad. Esto no acostumbra a apreciarse en los análisis, en las memorias de actividad que más bien centran sus datos en cifras cuantificables y de corto plazo. Desde proyectos como ZAC nos planteamos ser sensibles a estos procesos, nos mueve un sistema conectivo y por ello valoramos lo que no podemos ver. O también: trabajar sobre la personalidad de la sociedad. Porque una sociedad es algo más que la simple acumulación de individuos. Somos nuestro conectoma como nos diría Sebastian Sung.
En todo caso nuestra misión, la misón de las organizaciones públicas sea cual sea su función específica, viene a ser la de actuar como neurotransmisores, es decir quienes conectan el conocimiento y la inteligencia social que se genera tanto dentro como fuera. Todos estamos vinculados con todos en mayor o menor medida y esta complejidad es la que dota de transcendencia a cualquier proyecto público. La cuestión es saber qué modelos queremos reforzar: aquellos que representan comportamientos cerrados, restrictivos, competitivos y por consiguiente creadores de dependencia; o aquellos otros que encarnan el código abierto, el conocimiento libre, la cooperación y la producción distribuida, generadores por consiguiente de independencia e inclusión.
Entramos en “La Azucarera” como un nuevo universo de remezcla, un icosistema : comunicación y metabolismo, un entorno de innovación en el que las personas participan y se relacionan para imaginar y desarrollar su talento. Un sistema de reproducción bacteriana que puede servir como metáfora conceptual, una especie de metástasis de símbolos que nos orientan para entender los procesos autoorganizados desde nuevas perspectivas. En definitiva la fusión de sistemas formales que dan origen a nuevas estructuras a partir de la recombinación y la evolución abierta y cooperativa. Un tránsito que fluye a partir del intercambio de información y la autoorganización cooperativa.
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