Voy a concluir este repaso de lo sólido y lo líquido hablando de los famosos premios a emprendedores, otro programa clásico de los planes de desarrollo local. Los hay de todo tipo: a la empresa revelación, a la más innovadora, a la socialmente responsable, a la que mejor exporta, al que mejor se presenta, al mejor stand… -si los juntáramos todos podríamos hacer casi una gala de los Goya-
La bondad de los premios es innegable y casi siempre suponen un aval a las empresas que los consiguen. Sin embargo hay tanta saturación de galardones y reconocimientos que en ocasiones coadyuvamos a la gestación de “emprendedores estrella”, esos jóvenes con talento que van enlazando premios, conferencias y distinciones pero que, una vez apagados los focos, se chocan con la cruda realidad e incluso en ocasiones ni siquiera llegan a despegar su idea de negocio.
Por otro lado en la concepción de todo premio subyace una lógica competitiva que es consustancial al espíritu empresarial y que conecta muy bien con el mundo meritocrático actual pero que desde mi visión personal, no debe seguir siendo retroalimentado desde los programas públicos, sino que debemos actuar como contrapesos, generando fuerzas en sentido contrario, potenciando lo que nos une, lo colectivo y lo comunitario. Por ejemplo apostando por la economía colaborativa.
Sin duda el proyecto de Zaragoza Activa del que estoy más orgulloso y que representa mejor cómo adaptar el desarrollo local a los tiempos líquidos es La Colaboradora, que definimos como un espacio físico P2P (peer to peer). Se trata de un coworking dentro de La Azucarera que combina el ambiente emprendedor e innovador de un garaje de emprendedores con la dinámica de un banco del tiempo pues los miembros no pagan por su silla de trabajo, sino que aportan 8 horas de servicios a la comunidad -Yo te hago la página web, tú traduces al inglés la carta de un tercero, …-
Medio año después de abrir ya tiene 190 miembros activos y ha generado cientos de conexiones colaborativas. Además está siendo estudiado por varias organizaciones internacionales como una buena práctica con la que poder hackear la parálisis actual pues reúne varios ingredientes que son muy frecuentes hoy en día: disponibilidad de espacios públicos sin uso, miles de jóvenes sobradamente formados, escasez de financiación para arrancar proyectos empresariales y sobre todo, lo más importante y esperanzador de estos tiempos líquidos, cambio de actitud de una generación entera que posibilita un nuevo entramado de relaciones de confianza y ayuda mutua. La Colaboradora es en definitiva un software social (elementos blandos – líquidos) con el que superar la Era del hardware inmobiliario (elementos duros – sólidos).
Hasta aquí he intentado presentar cuál es el futuro probable de los programas de desarrollo local, al menos de aquellos que decidan adaptarse a los nuevos tiempos líquidos, en los que las certezas son sustituidas por las incertidumbres y todo lo sólido debe comenzar a flotar si no quiere verse arrasado por las mareas que nos rodean.
La sociedad ha cambiado radicalmente de 30 años a esta parte, es preciso que los programas públicos de desarrollo local muten en la misma proporción. Hay mundo más allá de los parques industriales, las subvenciones, las ventanillas, las ferias y los premios; lo encontramos en los garajes de emprendedores, la economía directa y colaborativa, el crowdfunding, los ecosistemas creativos y las redes virtuales, conformando un universo mucho menos predecible y poliédrico pero también mucho más apasionante.
Serie completa “El Desarrollo local durante los tiempos líquidos”
- El desarrollo local durante los tiempos líquidos 1/6
- De los polígonos industriales a los parques de emprendedores 2/6
- De las subvenciones al crowdfunding y la economía directa 3/6
- Del Día del emprendedor a los ecosistema creativos 4/6
- De las ventanillas a las redes virtuales 5/6
- De los premios competitivos a la economía colaborativa 6/6