La historiografía del arte español ha invisibilizado durante muchos años las obras de contenido feminista. De las corrientes feministas que han marcado la historia del arte español desde 1960, ha destacado el transfeminismo, un movimiento surgido en los últimos diez años que en España tiene sus máximos exponentes en artistas de Barcelona, Valencia, País Vasco, Madrid y Zaragoza. Un momento clave dentro del desarrollo del mismo, fue la redacción del Manifiesto para la Insurrección transfeminista en las Jornadas Feministas Estatales celebradas en Granada (2009) en las que se define el sujeto político transfeminista: El sujeto político del feminismo “mujeres” se nos ha quedado pequeño, es excluyente por sí mismo, se deja fuera a las bolleras, a lxs trans, a las putas, a las del velo, a las que ganan poco y no van a la uni, a las que gritan, a las sin papeles, a la marikas…. Además, el transfeminismo al mismo tiempo que lucha contra el heteropatriarcado, lucha contra el binarismo de género tradicional y contra el capitalismo.
Precisamente, el proceso del arte transfeminista, ha sido tanto un movimiento artístico como político y viceversa, siendo una de sus herramientas de resistencia las creaciones artísticas a través de cuerpos no normativos. Al igual que el movimiento Riot Grrrl, es la intersección de las artes y la cultura con el activismo feminista.
Así, dentro del concepto arte transfeminista, las acciones o los cuerpos son performativos ya que producen generación de realidad por transformación de la misma. Un ejercicio de performatividad, según Judith Butler (2007), seria la suma de acciones corporales de varias personas en la producción de acciones colectivas para la transformación de las relaciones sociales y de poder. Por lo tanto, la performance y el video arte son algunos de sus dispositivos más destacados; el espacio para realizarlas es el público, ya que es en este, en el que se genera el cambio social y; por último, las herramientas para llevar esta mutación a cabo, son los cuerpos y sexualidades no normativas. Todo ello se entremezcla para confrontar al sistema y terminar con el poder de la norma establecida. Desde esta mirada, también podemos denominarlo como Artivismo Transfeminista.
Por otro lado, cabe aclarar que dentro del Artivismo Transfeminista, algunas artistas llevaban ya una trayectoria reconocible en la postpornografía. Un movimiento artístico transfeminista que propone el disfrute de nuevas representaciones alternativas del cuerpo, elaborando un imaginario sexual en el que tengan cabida las sexualidades disidentes que la heteronormatividad y el porno clásico marginaban. Destacan como pioneras: Annie Sprinkle con su performance A Public Cervix Anouncement (1993). Actualmente realiza nuevas prácticas vinculadas al Ecosex (SexEcology), que explora los espacios donde se cruzan la sexología y la ecología. En este ámbito, usan la performance, el teatro experimental, las artes visuales y el video como herramientas para expresar y asumir esta posición ecosexual, nada que ver con lo que actualmente conocemos como land art; Y Rocío Boliver, performer mexicana conocida como La congelada de uva (1992), quien lleva más de quince años trabajando en temas que pueden ser considerados postpornográficos.
Una década después en el estado español, aparecen lxs Post-Op, Quimera Rosa, María Llopis, Diana Pornoterrorista, etc., grupos e individualidades multidisciplinares de artivistas que trabajan en torno a la sexualidad y el postporno desde una perspectiva queer transfeminista a través de la performance y el video en la mayoría de los casos. Es en el 2008, cuando se realiza la primera Muestra Marrana (Barcelona), hoy ya son siete las ediciones de un proyecto postporno autogestionado y sin ánimo de lucro que huye de lo mainstream/comercial, cuyo principal objetivo es mostrar producciones audiovisuales relacionadas con sexualidades marginales y subversivas. En el 2011, el documental Mi sexualidad es una creación artística de Lucía Egaña, desvela las causas, motivaciones y peculiaridades de esta escena.
Al mismo tiempo, se empiezan a visualizar cada vez más creaciones desde otras prácticas artísticas como la música, la poesía, la literatura, la fotografía, la danza, el teatro, etc., relacionadas con el activismo transfeminista, que se exteriorizan en las diferentes jornadas transfeministas estatales celebradas en centros sociales y salas independientes, o en proyectos como Cotidianas (2014) en La Alhóndiga (Bilbao). Este último, vuelve a poner en cuestionamiento el exponer prácticas artísticas transfeministas en un museo, planteando la contradicción entre lo alternativo y lo institucional para llegar a un público más extenso.
Por lo tanto, el arte o Artivismo Transfeminista puede definirse como el conjunto de creaciones y prácticas artísticas-políticas nacidas del DIY, la autogestión, el activismo, el punk… que a través de la pintura, la escultura, la literatura, la performance, el collage, el teatro, la música, la fotografía, entre otras, tienen la intención de transgredir y dinamitar los patrones impuestos.
María Añover López, Grupo Residente Economías Feministas.