Las personas integrantes de Rabalart pertenecen al barrio del Rabal y les une un gusto en común, la fotografía. La experiencia que se ofrecen a vivenciar se cimenta en la base del aprendizaje de este arte como medio, al mismo tiempo, para el aprendizaje de cómo establecer vínculos comunitarios. Estos vínculos comunitarios realmente se pueden percibir como la fuerza o energía de coalición que hace posible el aprendizaje, y esta coalición es fundamental para lograr un entendimiento de conceptos tan complejos como aquellos que relacionan el espacio y la fotografía, o que permiten la comprensión de la interseccionalidad.
Pero ¿cómo compartir esta percepción con un grupo de personas en una sesión participativa?
¿Cómo se hace cuando estas personas se encuentran en etapas jóvenes de la vida?

Creo que esta pregunta fue la primera que me surgió cuando decidí participar en los talleres de Rabalart dirigidos por Daniela Cardillo como parte de los proyectos MIE; y junto a esta pregunta me fue inevitable sentir miedo. El miedo se fundamentaba en el cuidado que implica compartir con las personas más jóvenes una perspectiva sin entrar en el adoctrinamiento de lo que debe de ser por justicia, eficiencia o metodología. Ya que si la fotografía es un arte ésta ha de proyectar una visión personal pudiendo al mismo tiempo cumplir una función. Para ello podemos experimentar la experiencia de manera espontánea para que así la fotografía y la conciencia del barrio se vivan también desde este lugar, favoreciendo luego la combinación con los primeros aspectos técnicos de este tipo de expresión. Es complicado compartir el tecnicismo cuando el colegio se ha acabado y el cuerpo se encuentra en una situación de mayor distensión, pero resulta interesante, además de responsable, si valoramos cuán importantes y necesarias se han vuelto la espontaneidad, una metodología o su combinación (¡que mejor!) en la actualidad.

Esta responsabilidad se asocia a ese miedo interior y produce otra pregunta ¿Qué se entiende por adecuado cuando uno se enfrenta a un grupo de niñas y adolescentes?
Adecuado puede ser, por ejemplo, vivenciar el espacio compartido de una forma respetuosa y sana; además ¿Cómo se transmite la vivencia de un espacio que tampoco siento que me pertenece?
Es aquí donde considero que sale a la vista un aspecto importante de la experiencia comunitaria y es el compartir desde una presencia y esta presencia creo que se caracteriza por la consciencia de nuestros sentimientos, es decir, su aceptación, y con ello la espontaneidad. Y es que ¿acaso no es ésta una forma certera de poder ser objetivos? Y, con ello, ¿de poder vivenciar el espacio también desde este punto?
Creo que es en estas edades jóvenes cuando aún nos queda esa forma de brillar. La variedad de situaciones espaciales internas se juntan en un espacio externo y así este último es tomado llenándose de la colectividad y su forma de expresión, sus dinámicas y es cuando adquiere sentido y firmeza, es cuando se consolida el grupo y se fija el tiempo y el espacio en la memoria.

La posibilidad de observar la relación en comunidad, su conformación en un tiempo y espacio favorecedor es uno de los grandes descubrimientos que pude ver en la experiencia con RabalArt. Esta inconsciencia del entorno y el condicionamiento que éste puede imponer en la relación humana, y al mismo tiempo, la toma de sentido de dicho espacio o realidad a través del establecimiento de vínculos que condiciona. Y en esta inconsciencia del entorno es donde pude comprender el significado de la ausencia de la sensación de pertenencia de un espacio común. Es aquí donde es posible comprender al fin que el uso del espacio conlleva un sentimiento de pertenencia. Y es aquí donde me pregunto:

¿Qué uso, el espacio o una idea inconsciente del mismo?
Espacio y uso han adquirido nuevas formas como conceptos, y pude notarlo en el contacto con las nuevas generaciones. La atención es un fenómeno complejo que en mi perspectiva requiere gran claridad de las intenciones, necesidades, planes, un cúmulo de cosas que se concentran en uno mismo, esta definición quiere decir que manejarla en algunos casos puede resultar complicado. A veces me es imposible romper la monotonía y desviar mi atención en el tiempo y el espacio. Este ritmo supone lo contrario a las enseñanzas y el adoctrinamiento en un tipo de atención que se sufre cuando se es niña o niño. Cada vez más investigaciones nos dicen que el ritmo en la atención es un aspecto creativo de gran valor.  Al compartir con niñas y niños se puede ver como esa creatividad permanece, rítmica, su atención es rápida, se posiciona de un lugar a otro y si esas posiciones son interesantes, se fijan en un deleite inocente. El poder moverse de un lugar a otro además brinda libertad y mantiene la energía. La estanqueidad en la atención es, creo, una fuga energética inevitable. Es allí donde surge otra pregunta ¿por dónde me puedo mover, qué puedo atender? Y cuando recuerdo a los chicos y chicas de RabalArt y los talleres que compartíamos me queda claro que nuestra atención se movía en tres espacios diferentes pero unificados. Por un lado se encontraban los vínculos personales que surgían y conformaban de forma continua, el espacio sentimental, y por otro lado dos espacios distintos, la red tecnológica y el espacio físico que queríamos tomar.
¿Por qué entonces digo inconsciencia cuando me refiero a la experiencia con ellas? Puesto que era impresionante la forma en que los vínculos y las nuevas relaciones, ese conocerse, pesan e interesan a las personas en edades más jóvenes. ¿Y es que acaso no es esto el objetivo comunitario?
Inevitablemente entonces el espacio físico y su observación quedan relegados, hasta su momento de recuerdo o estudio en tiempos posteriores.

Cuando esos tiempos llegan a veces uno puede sentir lo bonito que puede ser la observación de un espacio físico en su objetividad. Las paredes, los colores, el camino, la altura, la textura, la forma en su generalidad o especificidad. Pero este tipo de observación puede estar en segundo plano cuando uno es niño o adolescente y conecta con nuevas personas. Al observar esta forma de relacionarnos y recordar Huancayo, Perú y mi infancia, el espacio físico compartido surge como imagen en el pensamiento de la mano de una onda de sentimientos con posibilidad de ser punto de mira de mi atención. Exacto, el espacio físico estaba allí, y aquí, claro, nítido, a pesar de su segundo plano en dichas experiencias que recuerdo claramente.

Entonces entiendo la razón de organizar experiencias que permitan valorar dicho espacio, ya que a pesar de su nitidez en mi recuerdo y el sentido que este puede tener, este espacio puede ser vivenciado y comprendido de una forma más íntima, y una persona joven tiene la capacidad y el derecho a esa intimidad. Entonces el uso puede adquirir mayor valor. Surge entonces una puntualización, una diferencia puntual e infinita en el momento y la atención de una persona de edad joven, y este es el espacio tecnológico. Es impresionante como esta novedad puede absorber la atención de la persona, y creo que podría aventurarme a decir que su envergadura da ritmo a la atención, ese surfeo vanagloriado en la actualidad.
¿Conlleva esto la pérdida de interés en el espacio físico objetivo? Cada espacio y sus beneficios han de poder correlacionarse y para ello se ha de brindar un acompañamiento y aprendizaje del porqué de su valor y el sentido de su atención.

Es allí donde consigo comprender la fotografía, más que como fotógrafo (no tengo el don para ese arte) como acompañante de personas. Veo que la cámara como herramienta está al alcance de todas gracias a ese espacio tecnológico y la fotografía como arte es necesaria en este devaneo de la atención hacia un punto unívoco que invade a adultos y más aún a jóvenes. Y qué mejor que la vuelta a la percepción sensorial del espacio físico y su perpetuación en el tiempo a través del recuerdo, el arte y la técnica, para reavivar los valores ganados por propio derecho en esta época de incertidumbre, malos aprendizajes y malos entendimientos. Para ello creo que se llevó a cabo RabalArt, así lo sentí, y por ello tomé parte de la experiencia.

Muchos aspectos quedan pendientes para las personas que acompañamos. Las técnicas y la compresión del ritmo adecuado en la relación de estos tres espacios son primordiales, si como yo, una se quiere quitar el miedo a enseñar y compartir. La comprensión de uno mismo y sus espacios circundantes es fundamental para dejar de ver el arte, la creatividad y el entorno como un don o privilegio.

 

Edd Franccesko Bastidas Altez

Daniela

Directora y creadora de proyectos. Me gusta sacar lo cultural a la calle. Estoy licenciada en Artes Visuales, especializada en Igualdad, Diversidad y fundamentalmente en la transmisión participativa de los conocimientos. Colaboro con entidades internacionales, con instituciones públicas pero sobretodo con personas.

Más Publicaciones


Seguir en Redes Sociales:
LinkedIn

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *