Una invitación a transformar desde la práctica nuestros sistemas relacionales y los modelos organizativos y (re)productivos. Desde el intento de superar la individualización y fragmentación a que estamos sometidas; para persarnos en común, poniendo en el centro la vida, su cuidado y sostenibilidad.
Por Irati Mogollón García.
Si miramos atentamente y de forma reflexiva a nuestro alrededor nos podemos dar cuenta de que, en este momento histórico en el que supuestamente “está todo ya inventado”, muchas personas y colectivos nos estamos relacionando desde otros lugares. Buscamos nuevos territorios y nuevos destinos, que están aún por explorar. Y los modelos de relación y organización que conocemos y utilizamos actualmente son unas de las principales cosas que necesitamos cambiar en este proceso de transformación colectiva que, en los últimos años, estamos intentando llevar a cabo como sociedad. Valiente transformación, que tiene como objetivo y medio la transición desde estructuras competitivas y centralizadas a organizaciones cooperativas y repartidas.
En el camino para llevar a cabo estas transformaciones, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello, nos valemos de estructuras sociales establecidas, consolidadas. A la vez adoptamos sistemas relacionales y organizativos emergentes. Nos movemos a medio camino entre lo nuevo y lo que perdura. Convivimos con modelos mixtos, todos ellos con características específicas, pero también con muchos aspectos comunes. Porque si nos fijamos en distintos proyectos colaborativos, sociales y solidarios que nos rodean, nos daremos cuenta enseguida de que nuestra realidad no es tan única como pensábamos. Por suerte, nos repetimos más de lo que creemos y por eso podemos identificar algunos patrones, como que:
1.- La familia tradicional no es el único lugar de seguridad y apoyo mutuo: creamos nuevas comunidades.
2.- El empleo no es solamente un espacio de recolección de euros: la autorrealización y la transformación social entre amigas se convierte en parte de su esencia.
3.- El estado, el mercado-empleo y la familia tradicional no son las únicas estructuras para la sostenibilidad de la vida: creamos nodos intermedios que intentan generar otro mapa de oportunidades y diferentes accesos a los bienes, recursos y servicios.
Viviendo entre mientras tantos y teorías del caos
Visto lo visto ¿por qué no mirar más de cerca a los modelos emergentes de organización social sobre los que nos encontramos navegando aquí y ahora? Así, para situar algunas tensiones y claves del momento actual, vayamos directas al grano, a través de un breve relato, fruto de la caprichosa unión entre realidad y ficción.
Llamémosle Gloria. Supongamos que tiene 32 años y que se ha embarcado hace poco en un proyecto que le ilusiona y que lleva siendo el centro de su vida cotidiana los últimos cinco meses. Es un proyecto laboral. Una cooperativa que lleva rodando dos años y medio, centrada en el fomento y formación del empoderamiento ciudadano. En ella, mediante el uso de pedagogía urbana y talleres participativos, se promueve el avance hacia otras realidades dentro del movimiento de las ciudades en transición, utilizando la comunidad como centro neurálgico de las nuevas relaciones ciudadanas.
Gloria ha trabajado previamente como administradora y gestora de recursos humanos en diferentes empresas en las que se sentía sola y explotada. Ahora que forma parte de un equipo de trabajo interdisciplinar de seis personas (digamos, por ejemplo, que se trata de dos antropólogas, una urbanista, una abogada y dos educadoras sociales), aunque trabaja más que nunca, se siente ilusionada y fuerte. La cooperativa de la que forma parte se encuentra, a su vez, en red con otras cooperativas “del cambio” y eso le ha permitido conocer a mucha gente y diversificar su red de amistades.
Se levanta a las 7:00 a.m. siempre con la sensación de que sabe cómo va a empezar su día, pero no cómo va a acabar. Mientras desayuna aprovecha para responder los mensajes del móvil y no encuentra nada fuera de lo habitual: una amiga de otra cooperativa le pregunta si le puede ayudar con un tema burocrático del ayuntamiento; otras dos necesitan quedar para ponerse al día, que hace mucho que no están, y hacer “un poco de terapia”; alguien le recuerda que hay unas (otras) jornadas súperimportantes sobre el barrio y los refugiados en el centro social de al lado de su casa…
Se dirige en bicicleta a su oficina, un espacio compartido con otras tres cooperativas con las que están en red. “La bicicleta es el instrumento perfecto para ir haciendo encaje de bolillos de agendas”, piensa Gloria, mientras pedalea intentando hacer huecos en su agenda ya de por sí saturada. Entra en la oficina con fuerza y energía. Se siente cómoda saludando a todo el mundo. Algunas de sus compañeras están charlando mientras preparan el “brebaje” que le llaman (litros y litros de café, el mejor desengrasante para combatir el agotamiento); otras ya están frente a la pantalla “dándolo todo”. El ambiente es cálido, macetas de colores y espacios abiertos. Todavía se sorprende de que a eso se le pueda llamar oficina de trabajo…
– ¿A las diez de reunión? (le aborda por la izquierda una sonrisa familiar).
– Perfecto, ¿tema presupuestos?
– Sí.
Un poco más tarde mira el reloj. Ya son casi las 13:00. Le suena el estómago y le cuesta mantener la concentración. La reunión de las diez que ella preveía breve y sistemática se ha vuelto extensa y viscosa: una montaña de debates y protocolos sin fin… Finaliza hacia las 13:42. Gloria sale motivada pero cansada al mismo tiempo. Comen todas juntas de tuppers, le llaman Las Comidas de Traje porque “yo traje esto… tu trajiste lo otro…”. Así comparten comida, además de compañía agradable. Mientras comen se comentan proyectos, anécdotas del fin de semana y encuentros, artículos, congresos… Alguien cita a Zyzeck y otro le responde con un comentario de su ligue de la semana pasada. Ríen bastante. Todo sigue siendo estimulante y tiene poco tiempo para descansar la cabeza. Hacia las 19:00 ya no puede más, decide salir a coger la cesta ecológica con la bici y despejarse. Acabará lo que tiene que hacer en casa.
Al pasar a por la cesta se encuentra en el local con gente conocida, hablan un poco: les da algunos consejos de administración y comunicación de empresas a unas que también están comenzando su proyecto laboral, se apunta a dos charlas y a una comida que hay el fin de semana sobre escuelas populares en América Latina que también puede ser interesante para el trabajo (nota mental: “informar por e-mail al resto del grupo de la cooperativa”). Ya en su sofá, picoteando algo en pijama, sigue trabajando en el portátil hasta que le dan las 23.37 y arrastrándose, agotada, se mete en la cama rendida a descansar hasta el día siguiente.
Como hemos podido comprobar, Gloria se encuentra completamente conectada y atravesada por diferentes “organizaciones del cambio”. Participa en sus actividades, comparte espacios, le inundan el móvil y a veces incluso trabajan en común; aunque no se sabe muy bien si se hace red o se socializa por amistad, por futuros transformadores, por planes de trabajo o por todo y nada a la vez. Teniendo esto en cuenta, parémonos a prestar atención a algunos factores de viscosidad de la red de relaciones y organizaciones sociales que caracterizan nuestros entornos.
1.- Las características de esas relaciones y organizaciones viscosas que podemos identificar en la vida de Gloria (flexibilidad, multitarea, informalidad, combinación de registros -personales, laborales, productivos, reproductivos, voluntarios-, el sujeto de rendimiento total…), hacen que no las consideremos estructuras organizativas y canales relacionales de nuestra actividad cotidiana. Tendemos solamente a enumerar las estructuras clásicas (reuniones, asambleas, comités…) e invisibilizamos todos esos mientras tantos tan esenciales. Pasilleos, e-mails, foros, recados, encuentros fortuitos, actividades, cañas… desaparecen del mapa de análisis oficial. Irónico, puesto que son justamente esos territorios en los que opera y se desarrolla cada vez más gran parte de nuestro trabajo.
2.-Esos mientras tantos viscosos tienen, a su vez, lógicas de trabajo cooperativo y afectividades propias que han de ser desenmascaradas. Y es que, al tratarse de laboratorios de prácticas alternativas, en todo lo que hacemos hay mucho de improvisación, ingenio, imaginación y reciprocidad. De este modo, todos los espacios de organización de la vida se convierten en espacios potenciales de mientras tantos: espacios de cooperación, producción, reproducción y colaboración. Esta forma de organizarnos permite, en cierta forma, la conciliación de la vida. Todos los aspectos de ella giran en torno a valores, deseos y lógicas del cambio similares y el esfuerzo termina aportando a un procomún similar. Pero, como contrapunto, surge el reto de intentar buscar un término medio de esos mientras tantos. Conseguir visibilizarlos y formalizarlos en la medida de lo posible, para que no acaparen la totalidad de nuestras vidas y arrasen, a medio plazo, con nuestros blandos e interdependientes cuerpecitos.
Vemos en el ejemplo de Gloria que su día a día está repleto de mientras tantos. Atraviesan su vida cotidiana comidas que son reuniones o foros de debate encubiertos; encuentros fortuitos que son auditorías o consultorías de trabajo; quedadas vía telefónica que devienen en tareas de trabajo; y reuniones que acaban siendo un híbrido entre reunión de trabajo, reunión de amigas y reunión de personas comprometidas que disciernen sobre la situación política actual…. Gloria acaba de entrar en el proyecto, pero ¿qué sucederá con ella cuando pasen dos años? ¿Por cuánto tiempo puede mantener ese ritmo de informalidad relacional y organizacional? ¿Cuánto tiempo vamos a seguir improvisando modelos relacionales y organizacionales?
Es cierto que lo flexible nos aporta, y mucho, porque ofrece mayor capacidad de respuesta y mayor maleabilidad relacional y organizacional para el vínculo ya de por sí complicado, que establecemos entre trabajo, transformación social y sostenibilidad de la vida. Pero, si esa flexibilidad se mantiene en el terreno de las estructuras informales -junto con el techo de cristal marcado por el ritmo tan frenético como estimulante que se nos exige (un techo de cristal, encarnado y sustentado por los sectores sociales más discriminados, como entre otras: las personas precarias inmigrantes, madres solteras, personas con constantes precariedades salariales, personas con responsabilidades y cargas familiares o personas de edades avanzadas)-, encontramos otro peligro al acecho: la reproducción de estructuras y relaciones hegemónicas. Nos referimos a una tendencia doble: o bien generar estructuras organizativas y relacionales semejantes a las estatales, con la burocratización, protocolización y fiscalización de todos los aspectos de la vida y con la creación de grandes ministerios organizativos; o bien transformar el buen clima de trabajo y cooperación en una especie de familia de acogida, con grandes vínculos emocionales y roles solidificados (actitudes paternalistas y maternalistas, tensiones padre/madre-hijo/hija…), atravesados, entre otros, por relaciones de poder encubiertas que dan lugar a chantajes emocionales o fomentan una ética reaccionaria del cuidado.
Con todo esto nos surgen algunas dudas como: ¿Cómo hacer frente a este tipo de retos relacionales y organizacionales, manteniendo el equilibrio entre experimentación, efectividad y cuidados? ¿Cómo acometer de manera sostenible transformaciones, a la par que transformamos nuestras organizaciones y nos transformamos a nosotras mismas? ¿Cómo incidir en ese factor de viscosidad para que el espejismo de desestructuración no termine operando at eternum, generando relaciones perversas? ¿Cómo modular en qué parte de nuestras organizaciones podemos dejar rienda suelta a la viscosidad y en qué partes actuar de manera más rígida? ¿Cómo encajar (o no) en una misma vida, la lógica organizacional del sistema imperante en el que estamos inmersas, con nuestros emergentes intentos aún tan imperfectos y precarios? ¿Cómo encontrar ese orden estructural que supuestamente encierra en el caos y aplicarlo a la sostenibilidad de la vida?
Transformando las formas de organizarnos desde lo común
Para ir acabando y por no extendernos más de lo prudente, a continuación enumeraremos algunas de las posibilidades (muchas de ellas desde los feminismos -por algo será-), que diferentes colectivos presentan y están experimentando para acometer estos retos relacionales y organizativos; pues, como siempre, no hay nada mejor que mirar alrededor para inspirarnos en buenas prácticas organizacionales y relacionales.
> Analizar las prácticas y dinámicas grupales. Los procesos de auto-análisis son un buen comienzo para hacer frente a estos retos. Existe todo un repertorio que van: desde el auto-análisis centrado en los dispositivos de distribución del trabajo en equipo y los grupos inteligentes (Fernando Cembranos Diaz y José Angel Medina); la búsqueda del equilibrio entre lo productivo y lo reproductivo, trabajando los malestares/bienestares, los mutualismos y los cuidados en entornos laborales colaborativos, como la iniciada por colectivos como WikiToki, aproximándose a la economía feminista; investigaciones como ‘Femení plural’ (Elba Mansilla, Joana G. Grenzner y Sílvia Alberich) centradas en ver las relaciones de género dentro de entornos de trabajo cooperativo; o el trabajo del grupo de feminismos de Desazkundea, hacia una vida que merezca la alegría ser vivida; hasta toda la rica experiencia compartida, de comunidades tan distintas como la ecoaldea de Lakabe, la Cooperativa Integral Catalana o el grupo cooperativo de Las Indias.
> Empoderarnos en colectivo desde la precariedad. También encontramos espacios de reflexión y acción, que sirven de altavoz, de espejo, de aglutinante; que desde la asunción de la precariedad como situación no individual sino colectiva, no concreta sino transversal, la cargan de potencia política transformadora. Ejemplos como: la red Precarias a la deriva y sus Agencia de Trabajos Precarios; la revolución de la buena gente desde su eje de precariedad y economía feminista; CopyLove y Los Vulnerables, esa godzilla ciudadana que encarna a la multitud que arde en el combate de la vida, poniendo en juego los ‘procomunes invisibles’; el programa impulsado por diversas organizaciones de REAS, Juntas Emprendemos, de emprendimiento social cooperativo dirigido a mujeres en situación de vulnerabilidad; o en una línea similar, Login_ sobre microemprendimiento entre mujeres, un recorrido de autoformación en la que reflexionan a través de ejemplos concretos sobre cuestiones tan sugerentes y determinantes como el crecimiento con sentido y sin acumular, el idear sin saber lo que sabes, o el moverse sin modelo predefinido.
> Crear o alimentar estructuras organizativas distribuidas. Intentar salir de la lógica de lo piramidal y lo centralizado para establecer formas de relación, de organización, de producción o consumo distribuidas, federadas, que pongan en valor a las comunidades. Desde el.ambito de lo productivo, en el que podemos fijarnos en los numerosos ejemplos y propuestas recogidas por la P2P Foundation sobre la transición hacia una sociedad basada en el procomún y las relaciones peer-to-peer; o la experiencia de grupos cooperativos de segundo grado como Tangente, que están sumando esfuerzos para que el despliegue de la Economía Social y Solidaría sea más factible y potente (compartiendo gastos y recursos, ofreciendo servicios conjuntos, posibilitando paraguas organizativos, administrativos y legales…). También, algunos colectivos que comparten aspectos centrales de la vida cotidiana, como las cooperativas de vivienda, se han percatado del peligro de la burocratización de la vida. Por ello, mantienen una organización intuitiva que consta de estructuras sólidas e inamovibles que se activan semanalmente o mensualmente (grupos de trabajo, coordinadoras, asambleas y liderazgos) y también de organizaciones puntuales creadas para responder a tareas o necesidades concretas, con una función específica, que desaparecen cuando la necesidad grupal ha sido cubierta. Profundizando en el ámbito de la vivienda, puede resultar interesante la investigación participativa que recientemente hemos presentado “Arquitecturas del Cuidado. Breve acercamiento a las viviendas colaborativas par las personas mayores en el contexto vasco e inspiraciones Europeas” (Ana Fernández e Irati Mogollón), centrada en proyectos de covivienda que, apostando por poner la vida de las personas, sus viviendas y su proceso de envejecimiento en el centro, se lanzan a romper la dicotomía público-privada generando espacios comunes.
> Desarrollar actitudes y hábitos grupales. Ejercitar la inteligencia colectiva y la cultura grupal y aprender y practicar sobre cuestiones relacionales formales e informales, es algo que todo grupo reclama a lo largo de su biografía. Desde formación especializada como la que ofrece iiFACe instituto de facilitación y cambio, centrada en el trabajo grupal para facilitar el consenso en todos los procesos, ámbitos y necesidades del ser humano; hasta grupos de experimentación y autoformación como Lo relacional, que han desarrollado interesantes experiencias sobre roles relacionales en dinámicas colaborativas, organización de reuniones aefectivas o la manipulación de la dinámica grupal; pasando por la proliferación de metodologías como puede ser KOOPtel, que pone la atención en el cuidado de los preliminares de los procesos colaborativos o todo el material ofrecido por Teje Redes para favorecer el trabajo en red.
> Visibilizar las necesidades que se cubren desde prácticas informales y crear dispositivos de cuidado grupal y gestión/distribución de los bienestares comunes. El grupo de duelo comunitario de Barcelona nos sirve de ejemplo. Integrado por activistas o militantes que solían cubrir sus duelos de forma individual y en circuitos informales, sostenidos la mayoría de veces por cuerpos feminizados, deciden apostar por visibilidad política y organizativa de estos procesos y conformar un grupo que cubra esa función desde la transformación social y el empoderamiento colectivo. También son cada vez más habituales en muchas organizaciones, la celebración regular de asambleas de cuidados o la creación de grupos estables con la función autorregular las relaciones internas (relaciones de poder, monopolios, conflictos…). Pero además de estas prácticas micro, queremos terminar con una propuesta de mayor escala, como es el plan ‘Madrid, ciudad de los cuidados’ del Área de Salud, Seguridad y Emergencias del Ayuntamiento de Madrid, con el objetivo de poner en el centro de la gestión de lo público la sostenibilidad de la vida, desde la certeza de que todas las personas somos vulnerables, interdependientes y necesitamos poner las condiciones básicas para que cualquier ciudadano pueda cuidar, ser cuidado y cuidarse. Un ejemplo tan audaz y estimulante como pertinente, que marca el camino que, a nivel tanto institucional como comunitario, podemos seguir y que en su caso, se aborda a través de cuatro ejes: la salud y sus determinantes sociales, el barrio, la vida cotidiana y el cuidado colectivo.
Estas son sólo algunas de las fórmulas que hemos identificado para hacer frente a los grandes retos organizativos a los que nos enfrentamos. Retos que nos afectan y nos atraviesan a todas en nuestros itinerarios vitales, nuestras relaciones e interacciones. Retos que abordamos, más que desde las certezas, desde la experimentación en primera persona, del singular y sobre todo del plural, desde lo común. Un viscoso ejercicio de reflexión, de pensar en voz alta, que espero que os haya resultado sugerente.
¡NOS VEMOS EN EL CAMINO!
Índice de imágenes
1.- Representación de la viscosidad vital (ColaBoraBora, cc by sa)
2.- Shiva del s. XXI (ColaBoraBora, cc by sa)
3.- Tiempos fragmentados (ColaBoraBora, cc by sa)
4.- Agregarse y desagregarse en red (ColaBoraBora, cc by sa)
5.- Procomunes invisibles (ColaBoraBora, cc by sa)
6.- Estructura organizativa de alta viscosidad (Asteric™)
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Socióloga e investigadora interdisciplinar. Centra su trabajo en el enfoque de la sociología de la vida cotidiana y la sostenibilidad de la vida de la mano de la Economía Feminista. En la actualidad se encuentra realizando el doctorado en la Universidad Pública Vasca, realizando también trabajos relacionados con intervenciones de facilitación grupal, auditorías feministas en cooperativas y empresas colaborativas o investigaciones sobre viviendas colaborativas para personas mayores.