Zaragoza Activa decía adiós este mes de junio a una de sus almas más generosas y creativas. Una técnica que convirtió cada proyecto en una excusa para sumar personas y mejorar la vida de todos: María José Castiella.
Se despide feliz, como quien ha cumplido un sueño y lo deja todo ordenado para que otros lo sigan. María José Castiella pone punto final a 43 años de servicio público con la risa encendida, la voz entrecortada y una certeza que la acompaña desde abril del 82: que siempre ha trabajado en lo que le gustaba, y que lo ha hecho rodeada de la mejor gente posible.
Primero fueron los jóvenes —y con ellos, aquella juventud inquieta que necesitaba respuestas, espacios, oportunidades—. Después vinieron los emprendedores, los programas de formación, las ideas que Zaragoza Activa fue convirtiendo en realidad. Y, siempre, esa forma suya de estar: atenta, creativa, resolutiva, poniendo la cabeza y el corazón para que todo saliera bien.
María José se va feliz porque sabe que deja un legado: proyectos ideados, creados y construidos en equipo; compañeros que son ya amigos; anécdotas que se contarán mil veces. Y se va sabiendo que, detrás de cada expediente y cada memoria, quedan las personas: esos cientos de caras y nombres que aprendieron con ella, que confiaron en ella y que hoy la aplauden.
Se va diciendo que todo han sido “satisfacción, felicidad y emoción”. Y basta con mirarla a los ojos —o escucharla entre risas y lágrimas— para entender que no exagera. Lo suyo ha sido vocación, servicio y, sobre todo, amor por un trabajo que siempre entendió como una forma de hacer ciudad y de cuidarnos un poco más entre todos.
María José Castiella se despide. Pero lo bueno de la gente imprescindible es que nunca se va del todo. Se queda en lo que ayudó a crear: una Zaragoza Activa viva, abierta, inquieta, humana. Como ella. Te deseamos toda la suerte del mundo en esta nueva etapa.