El 15 de febrero de 1898 a las 21:40 horas de la noche se producían dos explosiones en el puerto de La Habana. El acorazado estadounidense Maine, en visita de cortesía a Cuba, se hundía falleciendo 266 marineros. El gobierno norteamericano de McKinley declaró que la explosión se debía a agentes externos, y no autorizó al gobierno colonial español a visitar el buque, que defendía que las planchas de acero del casco estaban dobladas hacia afuera, lo que denotaba una explosión interna. El gobierno estadounidense, alentado por la opinión popular y la prensa (Pulitzer y Hearst), declaró la guerra a España.

Así se perdió Cuba, y la producción de sus ingenios azucareros; algo que no sorprendió a la metrópoli española tras años de insurrecciones independentistas. Es así como en la España de finales del siglo XIX emprendedores que apostaban por innovaciones tecnológicas, como la fuerza del vapor, empiezan a considerar el inicio de una industria propia azucarera con suministro de remolacha cultivada localmente, rompiendo con el monopolio antillano. En 1893 empieza a funcionar la Azucarera de Aragón, posteriormente conocida como “la Vieja”, y que actualmente alberga una de las sedes de Zaragoza Activa en el barrio del Arrabal de Zaragoza.

Hay edificios que tienen marca arquitectónica, y este de la Azucarera es uno de ellos. Los edificios con marca nacen, o se crean. Por ejemplo las vicisitudes históricas han hecho que el Big Ben se alce como símbolo londinense, o el Rockefeller Center de Nueva York. Es por esto que muchas empresas buscan una marca arquitectónica en edificios que por sus características puedan tener un carácter distintivo, emblemático o histórico. A Zaragoza Activa le vino dado; y no era consciente en sus albores que contaba con el cariño y reconocimiento popular que Zaragoza tiene a este edificio, símbolo de la pujanza empresarial de la ciudad, tanto antes como ahora.

Ya no son edificios de ladrillo, porque están construidos con leyendas y recuerdos, y aún cuando su cometido desaparece viven en la memoria popular de un pueblo. Tan importante era la torre de la isla de Pharos que guiaba a las embarcaciones próximas a Alejandría, que todas las demás han adoptado su nombre, faro. Y en la “Ciudad del Cierzo”, aunque los taxistas asientan cuando se les pide una carrera con término en Zaragoza Activa, ésta siempre tendrá por apodo “La Azucarera”.

Es por esto que en las postrimerías de este 2013 rendimos un homenaje a nuestra casa madre, esa fábrica que tantos proyectos, ideas y conocimiento nos ha dado, pues no debemos olvidar que el cerebro consume glucosa, así que ya en 1893 estaba produciendo ideas. 120 años en el skyline del Ebro en un homenaje en papel, plasmado en el último folleto del año, nacido del cerebro bien alimentado del creativo zaragozano Luis López.

Y es que habitamos un edificio tan singular que, de tener otro dueño, ya se habría forrado vendiendo bolis con forma de chimenea o gomas “terrón de azúcar”, como hacen los grandes edificios marca del mundo, pero nuestro rédito no es otro que el de seguir siendo faro de la pujanza zaragozana.

Antonio Charles

El tercer Antonio Charles de la historia, pues comparto nombre con mi padre y con mi abuelo. Licenciado en Historia por la Universidad de Zaragoza, me gustan la Prehistoria, la antropología y la hominización. Vídeo aficionado y autor de dos cortometrajes documentales y co-autor de un largometraje documental, Zaragozanos. Técnico sociocultural del Ayuntamiento de Zaragoza, comunicando en Zaragoza Activa.

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