Una propuesta no exenta de dudas, contradicciones y riesgos, hacia otra modernidad posible, que traspase los rituales normalizados del progreso, la burocracia de la novedad y la fetichización institucionalizada de la innovación, la creatividad o lo colaborativo. Una propuesta que plantea una necesaria transmutación desde nuestras desnaturalizadas comunidades, a comunidades de flujo, redistribuidas y emancipatorias, conectadas con la realidad sensible y las culturas secundarias. Una propuesta que apuesta por la deriva y la mutación, por las políticas de acompañamiento, por el comunitarismo experimental.

José Ramón Insa Alba


Los dioses son reales si crees en ellos.
American Gods

 

En ocasiones me instalo en la duda, en la conjetura y sospecho que les dedico demasiado tiempo. Intuyo que quiero pasar un poco de puntillas por todos esos relatos contemporáneos, que en palabras de Iñaki Dominguez y su “sociología del moderneo” preparan los filtros necesarios para “comprender el mundo”. O lo que Alberto Santamaría llama, en su Narración o Barbarie, “la semántica institucional”: la que ordena y escenifica las necesidades y las soluciones, la que determina quién interpreta y quién ofrece los futuros correctos. En definitiva, quién construye la realidad, quién define “lo real”. Una modernidad brillante dirigida por, en palabras de Alba Rico, las “élites antiélite”. ¿Existen las ciencias de la duda, Victoria Camps?

Esos grandes relatos se construyen hoy desde dos objetos predominantes: la gestión como proceso (este entramado que produce y ofrece catálogos con soluciones para diferentes sensibilidades); y sus fetiches, esa trilogía mágica que tiene que aparecer en todos ellos, como son, la innovación, lo colaborativo, y la creatividad (ICC). Objetos convertidos en terrenos comunes y materia prima sobre las que se sostienen innumerables “negocios” públicos, privados y mediopensionistas. Cuando este relato se acabe, ya se habrá fabricado el sustituto.

Dudas con forma de riesgos

Mientras tanto, si me permiten, y ya que les he dicho que construyo sobre la duda, me gustaría ofrecerles algunas de ellas, que con forma de riesgos, quizá también puedan acompañarme en lo inútil. Marx lo llamaba “el fetichismo de la mercancía”

  • Riesgo 1.- Puede que estemos asistiendo a una gestión industrializada de discursos y procesos. La misma materia prima distribuida desde almacenes centralizados con una única diferencia: el modo de ensamblar las piezas.
  • Riesgo 2.- Puede que estos ecosistemas de innovación permanente se conviertan en una especie de no-lugares, predecibles, intercambiables, transitorios, disciplinarios, comerciales…
  • Riesgo 3.- Puede que estemos encandilados por la “gestión éxtasis” señalada por el arrebato místico, la alerta constante y el entusiasmo devoto. Algo que tiene el peligro de desaparecer tal y como vino.
  • Riesgo 4.- Puede que hayamos logrado verdaderas maquinarias de gestión, que generan más mercado que estructura. Una mercancía cuantificable y acumulable.
  • Riesgo 5 .- Puede que, en realidad, estemos trabajando sobre lo olvidado, lo que se perdió cuando nos volvimos modernos. Retroinnovación. O en palabras de Walter Benjamin cuando hablaba de la renovación de las mercancías: “el eterno retorno de lo nuevo”.
  • Riesgo 6 .- Puede que esta canalización de la rebeldía sea un gran logro para crear trampantojos, para alcanzar placebos, lugares para tomar la pastilla azul y que los “…proyectos transformadores y emancipatorios queden relegados a parques temáticos testimoniales…”, en palabras de Jorge Alemán.
  • Riesgo N .- Puede que yo mismo sea un riesgo. Todo son contradiciones. O conjeturas.

Otra modernidad (llena de contradicciones) es posible

Me asusta que este asunto de la innovación y sus ecosistemas forme parte, queramos o no, de una realidad no tan universal como parece o como debería; y por tanto, algo excluyente. Que se logre siguiendo guiones construidos desde fuera: ordenar la realidad para que todo cuadre. ¿Quién ecualiza la innovación? ¿Quién piensa, construye y dirige el discurso? ¿Quién fabrica los moldes sobre los que se montan las piezas? ¿Quién dirige ese almacén central de abastos al que me refería más arriba? ¿Quién enseña modales a la ciudadanía? Al final todo queda en una minoría que se supone preparada y con el prestigio suficiente. El mercado de la Innovación Social (I.S.) está en alza y atrae a muchos inversores.

Pero, como diría Umberto Beck, “Otra modernidad es posible”. Esa que va más allá de la adaptación a los condicionamientos tecnológicos y las ingenierías institucionales. La que traspasa los rituales normalizados de progreso. La que discrepa de esa autoridad simbólica que construye lo sagrado. En términos illichianos podriamos reclamar esta otra modernidad posible como un “proyecto de desmitologización”. Y es aquí donde, además de la duda y el disenso, entro a jugar con la contradicción. Por varios motivos, aunque el principal es que la especulación no debe llevar a la parálisis. Porque es cierto, existe todo lo que he mencionado antes, pero también existen modelos, proyectos y actitudes sinceras y encomiables sobre los que podemos y debemos construir.

Tres preguntas para una combinatoria de potencias

¿Por qué construir desde la ética transware? De forma extensa pueden acudir a este enlace, donde aparecen una serie de artículos donde explico que es el transware; pero les haré un resumen. Tradicionalmente se han ofrecido y se siguen ofreciendo una gran cantidad de servicios alojados y numerosas instituciones, colectivos, empresas y organizaciones, invierten gran parte de sus recursos y energías en soportar una estructura física y burocrática para ese alojamiento: su hard (aquí también entra el personal, no lo duden) y su soft, orientados a mantener (incluso ampliar) esta oferta. Acudo a François Jullien en su libro La identidad cultural no existe, en el que nos señala que “… sólo si promovemos un común que no sea una reducción a lo uniforme, lo común de esa comunidad será activo y dará lugar efectivamente al compartir”. En eso consiste también lo trans, en diluir lo uniforme. Lo trans está compuesto por los valores, los cuidados, los afectos, las emociones… que permanecen por encima. Algo que va más allá de la herramienta y el servicio y favorece el estímulo de las pequeñas utopías.

¿Por qué construir desde la contragestión? También pueden leer sobre esta idea aquí, pero un apunte rápido no está mal. El poder transformador no puede residir ni en las jerarquías, ni en la institución, ni en los círculos de expertos. Tampoco puede sustentarse sobre la creación periódica de mitos, ni en la renovación de los rituales. Lo malo es que esas instituciones industrializadas necesitan de la “obsolescencia” para subsistir. El consumo de innovación, el consumo de colaboración, entran también dentro de las mitologías de la mercancía porque, no nos olvidemos, la gestión se plantea según principios de rentabilidad, ya sea en forma de ganancias simbólicas, ganancias de ego, o ganancias económicas. La gestión acaba convirtiendo la subversión en un producto. Como diría Rancière: “la trampa en la que han caído los que creían derribar el poder capitalista y le han dado, al contrario, los medios para rejuvenecerse nutriéndose de las energías contestatarias”. La innovación que pretende cierta subversión no puede estar certificada, ni obedecer a protocolos sin convertirse en una manifestación estética. El efecto: transformar la ciudadanía en un conjunto fractalizado pero moderno. Una acumulación de consignas. La gestión como forma de normalización. “La simpatía sin consecuencias”, que es como llamaba también Ranciere a este tipo de procesos.

¿Por qué la transcendencia de las comunidades de flujo? Flujo: 1.- Movimiento de un fluido. 2.- Movimiento de ascenso de la marea. Esto nos propone la RAE. Esta es la inspiración. Las comunidades de flujo son esos espacios de complicidad en los que se diversifican las inteligencias. Espacios desde donde se filtran las sensibilidades y se favorece la permeabilidad centrífuga y centrípeta. Desde donde se generan esas mareas que enriquecen las playas, que aportan nutrientes, que mueven… y que también arrastran. Comunidades generadas a partir de temas y argumentos centrales (urbanismos, géneros, ecologías, diversidades…), que fluyen para contaminar conocimientos, para interferir en las certezas y para transmitir empeños a la comunidad. Esa es su transcendencia, su encanto. Porque son portadoras de la ética transwave e inductoras de procesos de contragestión. Porque se necesita una política que convierta la libertad de elegir en la libertad de generar, que supere la distribución de “necesidades”. Porque es necesario abandonar la certificación y el consumo obligatorio. Porque son necesarias prácticas comunitarias que generen tensión. Porque se avanza desde la interferencia, posibilitando zonas de contacto autónomas y temporales. Porque hay que superar los formatos. Porque la expertocracia limita a la comunidad. Porque es necesaria la rotación. Porque se desactivan los monopolios de gestión como forma de expropiar la iniciativa ciudadana. Porque se abandona a quien se apropia del derecho colectivo de construirse como comunidad.

Algunos rasgos de las comunidades de flujo

  • Las comunidades de flujo tratan de superar esa dispersión y fragmentación que se pretende desde los modelos tradicionales de gestión: separar por ámbitos de conocimiento, de interés, de especialización…; y separar disciplinas en ámbitos de producción y distribución. Las comunidades de flujo son un canal por el que circulan los materiales simbólicos de una sociedad compleja y no compartimentada. Una sociedad que se desarrolla más allá de “lo dado”; que intensifica lo recíproco, lo colectivo y lo comunitario, más allá de lo modelizable, de lo cuantificable, de lo rentable; que se pregunta cómo se valora lo intangible. Las comunidades de flujo son las que transforman el relato institucional, buscando un ejercicio de transgresión y el desequilibrio como forma de construcción. Son las que, desde este sentido, abren vías entre las disciplinas (feminismos, tecnologías, urbanismo…), a la vez que que se conectan con la estructura ciudadana accediendo a los entornos comunitarios.
  • Las comunidades de flujo abrazan los imaginarios de contragestión y tratan de canalizar las capacidades colectivas (además de la inteligencia). Son las que trascienden la lógica material y de resultados (qué resultados), se consolidan como un espacio para la logística de las ideas, superan la programación hegemónica, se sostienen sobre lo cotidiano, potencian el cuidado mutuo, valoran la intuición, abren nuevos nodos…
  • Las comunidades de flujo sirven para pensar la realidad tal y como la soñamos, pero también tal y como la sufrimos, intentando difuminar ese espacio muerto que existe entre “lo profesional” y lo cotidiano. Son estas que poco tienen que hacer con las regulaciones, las normativas y los procedimientos administrativos. Estas que se dan sin necesidad de ser programadas ni contabilizadas. Las que de verdad cambian la calle, las que la llenan de espesor sensible. Porque modifican mucho más que lo que convertimos en calculable, “lo que vemos”.
  • Las comunidades de flujo conforman un modelo no instrumental, incluso, si se quiere, inútil. Algo que ensalza el gozo de si mismo. La realidad contable deja paso a la realidad sensible. Las comunidades de flujo buscan el fin de la estandarización, esa que implica el empobrecimiento de las experiencias y de las inquietudes; que limita los posibles a la organización y la administración; que encoge el intelecto y, sobre todo, los sueños. Las comunidades de flujo son el comunitarismo experimental.
  • Las comunidades de flujo contrarrestan eso que Ivan Illich llama “modernización de la pobreza” y que podría traducirse en: poner el alcance de la ciudadanía un paquete estandarizado de consumos innovadores y llamarlo democratización. Hoy esa modernización de la escasez sigue limitando el acceso: las burocracias de la novedad.
  • Las comunidades de flujo transitan por culturas secundarias, por espacios temporales y autónomos, por espacios mutantes. Algo que tiene que ver con la lógica difusa, sin límites claros, certeros, inamovibles, permitiendo un mayor acercamiento a las lógicas de la realidad.
  • Las comunidades de flujo son espacios de movimiento (el acto autónomo de construir mediante la deriva) nunca de transporte (el consumo de itinerarios terminados). Estas comunidades se convierten en espacios de ayuda mutua, de intercambio, de creación, de cuidados, de intermediación… Políticas de acompañamiento.
  • Las comunidades de flujo, como en las tecnologías a pequeña escala, trabajan desde unidades mínimas para influir en entornos ampliados. Son sensores para conocer lo que sucede en el entorno y analizarlo desde la inteligencia comunitaria. Entender lo que ocurre alrededor, comprenderlo y aplicar. Se terminan las singularidades y polaridades dentro / fuera / tuyo / mío / experto / lego. Un montón de neuronas computando entre sí. Los espacios conectoma y la ética transware como generadores de energía conectiva. La vocación bacteriana.

¿Por qué la urgencia de esta transmutación hacia este tipo de comunidades?

Porque es necesaria una nueva interpretación de la comunidad. Liberarla y expandirla. Pensarla en abstracto y añadir dimensiones (nota: mi corrector no ha entendido mi letra y en lugar de dimensiones me ha ofrecido demencias, me ha parecido maravilloso, así que las incorporo): ¡Añadir demencias! Procesos redistributivos y emancipadores.

 

Índice de imágenes
1.- Tipología de flujo (ColaBoraBora, cc by sa)
2.- Troquel de la Innovación Social (ColaBoraBora, cc by sa)
3.- Organización transware (ColaBoraBora, cc by sa)
4.- Comunidades de flujo (ColaBoraBora, cc by sa)
5.- Jose Ramón Insa Alba (Toño Díaz Insa, cc by sa)

 

José Ramón Insa Alba, Técnico del Departamento de Programas y Redes en la Sociedad Municipal Zaragoza Cultural del Ayuntamiento de Zaragoza. Responsable del proyecto EspacioNexo, experimentación y cartografías para las culturas comunitarias. Puedes encontrarlo en twitter como @culturpunk y en HipótesisCultura, donde lanza ideas con los sueños puestos en el tiempo de las cerezas.

ColaBoraBora

En ColaBoraBora nos dedicamos a diseñar y facilitar entornos y procesos de innovación y colaboración centrados en las personas. Explorar, abonar y cimentar, nuevas formas de relación, organización, producción y propiedad, para afectar positivamente el entorno en que las personas viven y trabajan, desde las comunidades de las que forman parte.

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