…o el futuro probable que nos espera.

Pretender retratar una realidad mutante es un reto mayúsculo porque nunca antes las palabras fueron tan volátiles como ahora, al menos sus significados. Es verdad que los tiempos siempre fueron huidizos y el presente una romántica mentira pero hasta no hace mucho los cambios se sucedían tan a cámara lenta que las personas albergaban cierta sensación de certidumbre y de algún modo existía una ilusión óptica en torno a la idea de futuro. Convivíamos con una sucesión de hipótesis cuya solvencia quedaba confirmada por la tradición y la costumbre. Sabíamos cómo iba a ser mañana, al menos en lo fundamental.

Sabíamos por ejemplo que con esfuerzo y talento conservaríamos nuestro trabajo o a una mala encontraríamos uno nuevo. Sabíamos que nuestra vivienda era nuestra. Teníamos la certeza de que cumpliendo con nuestros impuestos hoy, mañana tendríamos derecho a una pensión, acceso a una educación de calidad para nuestros hijos e incluso un sistema de salud para cuando cayéramos enfermos. Sabíamos que si conseguíamos un título universitario accederíamos a un buen puesto de trabajo. Con carácter general sabíamos bastantes cosas sobre mañana, muchas más de las que nos pensábamos que sabíamos.

Pero todo eso era propio de un mundo de certezas que hemos dejado atrás, cuando todo era sólido como titula Muñoz Molina a su último ensayo, donde vaticina que somos la primera generación que vivirá peor que sus padres. No en vano nuestra generación se enfrenta a un mundo líquido, la certera metáfora con la que Zygmund Bauman ha bautizado nuestra Era.

Cuando Bauman define la modernidad líquida señala con el dedo el declive del Estado del Bienestar, la desregulación de los mercados o la flexibilidad radical, es decir, ese nuevo no-sistema que estamos construyendo desde hace unas décadas; pero incluso llega más allá retratando también la naturaleza líquida de nuestras esferas más íntimas, como el sentimiento comunitario, la identidad individual o los compromisos personales. Aspectos todos ellos que, desde mi punto de vista y cómo voy a exponer a continuación, habrán de condicionar los modelos de desarrollo local durante los próximos años.

El dilema al que nos enfrentamos hoy desde las agencias públicas es si continuamos desarrollando programas sólidos para contener, acotar y apuntalar este mundo líquido, o por el contrario asumimos las nuevas reglas del juego e intentamos fluir dentro de él. Contrastemos ejemplos.

Serie completa “El Desarrollo local durante los tiempos líquidos”

Raúl Oliván

Director de Zaragoza Activa. Hacker inside. Me interesa la economía colaborativa y la innovación social. Escribo más cosas desde www.raulolivan.com

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