Hay un daño en el sistema emocional de la economía que impide captar otros alicientes, que impide que se perciba otro tipo de estímulos que no sean los estrictamente monetarios. Será que el alma debe estar intacta para apreciar otras sensibilidades y que poco a poco se nos ha ido corrompiendo con argumentos prosaicos y algo groseros. Una visión eclipsada que nos impide acceder a otros ánimos para sortear esa tendencia uniformizadora, dominante, explotadora y, sobre todo, expropiadora de la conciencia del bien colectivo, de la conciencia del común, de la conciencia de la cooperación…
Un estímulo lateral, mirar desde la periferia, desde la conciencia disidente y disconforme es necesario para deconstruir y reconstruir un sistema humano cada vez más necesario por abandonado. ¿La economía emocional? Porque, bien visto está, la economía competitiva ha matado la vertiente humana del desarrollo, ese desarrollo bien entendido y siempre confundido con un crecimiento desnaturalizado e hipertrofiado. Pero no sólo eso, con lo que ya es, sino que también permanecemos, sobre todo quienes desean ir más allá, bien anulados; en palabras de Claire Bishop: “El capitalismo contemporáneo produce sujetos pasivos con poca posibilidad de actuar o sin empoderamiento”. O lo que puede ser lo mismo: el capitalismo va matando a sus hijos en una especie de devoro saturniano.
Sin embargo, nuestro sistema operativo, el humano, el neuronal, es de código abierto. Quizá esa sea la referencia: generar un cerebro emocional que oriente la economía creativa; economía creativa y emprendimiento emocional. Ver más allá de esa aldea ruin en la que hemos encerrado a nuestra inteligencia, en la que hemos enterrado nuestras utopías. Ver más allá e ir más allá. Investigar, descubrir y aplicar métodos y comportamientos que permitan superar esa visión ciega que nos provoca el neoliberalismo dominante. Estímulos laterales o el más allá de los beneficios económicos.
Porque pensar la labor de la economía creativa, siguiendo a Walter Benjamin, debería ser como un “ensayo sobre la técnica del despertar”. Despertar de esos espejismos que sólo nos han ofrecido mitos y mantras de adormidera y desapropiarse del código individual, trabajar una transformación dialéctica desde la experiencia de lo común. Y recuperar los sueños, aproximarlos a una comunidad que los comparte y los reintegra en una conciencia colectiva.
En definitiva, interpretar la economía del siglo XXI desde la capacidad para transformar en elegancia sus procesos. Pensarla desde la delicadeza, alejarla de la agresividad esa sin la que, al parecer de sus mercenarios, no puede sobrevivir, e integrarla en una esencia de construcción social completa.
Como puertas abiertas que desaparecen mientras los viejos tabiques retroceden. Romper el molde de la cueva platónica y alcanzar un estado colectivo soñador. La economía emergida desde unos contenidos repensados más allá de la mercadería. La transformación de un inconsciente colectivo del don. Abandonar las obsesiones patentadas. ¿Recuperar la fantasía de la economía?